De acuerdo el Instituto Nacional de Salud, la epidemia de Zika vivida en Colombia durante 2015 y 2016 dejó más de 100.000 personas infectadas: 18.177 fueron mujeres en embarazo. Así, hasta el momento se tiene registro de 356 niños y niñas que desarrollaron síndromes congénitos como la microcefalia. Las familias en que nacieron han dado testimonios sobre las tantas dificultades que atravesaron no sólo durante la gestación, sino también las que enfrentan hoy, pues muchos de los bebés necesitaron costosos tratamientos y cuidados especiales desde los primeros días.
En el barrio Regadero de la Comuna 2 en Bucaramanga, una de las madres contó cómo tras una visita al Hospital Local del Norte se enteró de que ella tenía Zika y el feto “podía desarrollar microcefalia”. Su hijo tuvo un primer año lleno de complicaciones neurológicas y como familia han tenido que organizarse para cuidarlo y dedicarle todo el tiempo necesario. Tienen esperanza en que después de cumplir los cinco años pueda empezar a hablar. En el barrio Villa Cielo de la Comuna 8 en Montería, otra de las madres comentó el impacto que la microcefalia de su hija ha tenido sobre su vida. El camino ha estado lleno de altos y bajos, pues hay momentos en que la niña ha estado muy bien e incluso logró inscribirla por unos meses en el jardín infantil. Pero después de varios sustos y hospitalizaciones, optó por no volver a trabajar y dedicarse de lleno a ella.
En uno de los relatos, una mujer mayor explica cómo es de difícil aceptar que las enfermedades de su nieto de menos de cuatro años “sean producto de un insignificante zancudo”. En el día del medio ambiente vale recordar que tanto los mosquitos Aedes aegypti (que transmiten el Zika y también el dengue), como los cuerpos de agua almacenada en que ponen sus huevos hacen parte del medio ambiente nacional. Ambos son producto de procesos geográficos e históricos específicos. Son producto, por ejemplo, del calor en que se amañan estos insectos, de la falta de acceso a infraestructura de agua y también de décadas de poca o ninguna inversión estatal en algunos lugares.
Con frecuencia el zancudo progresa en barrios construidos de afán, por familias que fueron víctimas de desplazamientos masivos. Como el agua llega sólo a veces, estos son los barrios en que familias tienen que almacenar agua en baldes, tinajas y ollas (muchas veces dentro de la casa). Vale la pena entonces recordar que lo medioambiental no hace referencia solo a la biodiversidad o a la idea de algún tipo de naturaleza prístina que necesita ser salvada. Más bien, como nos enseña la ecología política, hay una multitud de naturalezas y una multitud de relaciones socio naturales existentes o posibles.
Debemos precisamente cuestionar lo que se entiende por naturaleza y analizar qué tipo de naturalezas desean preservar o destruir distintos actores de la sociedad. Sectores en el gobierno hablan de proteger la gran biodiversidad nacional, pero a la vez se permite la minería en la Amazonía y se añoran los días en que se podía salpicar con Round-up a las poblaciones del Catatumbo o el Cauca. El gobierno que promueve naturalezas específicas (cuerpos de aguas liadas con glifosato, la Orinoquía deforestada, los barrios llenos de zancudos), es el mismo que a su vez quiere cuidar de las especies de “fauna silvestre” y de los páramos y de las orquídeas.