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Hacia la recuperación de la vida en el Sur Tunjuelo

02 junio 2020
Ambientales | Basurero Doña Juana | Extractivismo | Laguna Chisacá | Medio ambiente | Movimientos sociales | Río | Río Tunjuelo | Tunjuelito
Andrea Cárdenas Espinosa
estudiante de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo

ac.cardenase@uniandes.edu.co

davids

davids@pixelpro.com.co

*El contenido no se puede reproducir sin autorización de la autora.

Durante muchos años he vivido en el sur de Bogotá en un barrio llamado Villa del Río, en las márgenes del río Tunjuelo. Algún desprevenido que lea este inicio pensaría cuán idílico puede ser vivir cerca de una fuente de agua, un río que alberga vida, que corre cristalino y puede abastecer a sus vecinos; pero la realidad es distinta a esa altura de la cuenca.

Mapa 1. Villa del Río (Tunjuelo)

Tomado de www.maps.google.com  

En estos barrios, los olores desagradables son cotidianos: si llueve mucho o si hace mucho sol, “el caño” se alborota. Y ni hablar del matadero de Guadalupe que, como se puede observar en el mapa 1, queda sobre el río y constantemente los carniceros vierten restos de animales allí. También es costumbre que las personas conciban el río como su basurero y dejen allí restos de construcción, muebles viejos o basura que producen diariamente, quizá porque creen que con el correr del agua desaparece su responsabilidad sobre sus desechos

Sin embargo, lo que he descrito hasta aquí es solo una parte de los múltiples problemas que aquejan al Tunjuelo. A partir de su entrada a Bogotá, este río recibe los residuos de las curtiembres, de la minería, y los lixiviados del basurero Doña Juana. Además, la deforestación es otro de los dolores de la cuenca. En suma, el río recibe la excreción del acelerado metabolismo urbano alimentado por el extractivismo, y se convierte en una externalidad del modo de vida de su gran población.

Para Enrique Leff (2004), la racionalidad económica (que es la racionalidad de la modernidad) asume que la naturaleza es un recurso para satisfacer las demandas humanas aunque su uso vaya en detrimento de la complejidad de las condiciones ecológicas que sustentan la vida. Pues bien, el río como vertedero no solo trunca la posibilidad de que este sea sustento para la vida humana, sino que también destruye la biodiversidad contenida en él.

Como ilustra el Mapa 2, el Tunjuelo nace en el páramo de Sumapaz y recorre, además de la localidad de Sumapaz, la de Usme, Ciudad Bolívar, Tunjuelito, Techotiva (Kennedy) y Bosa; luego entra a Soacha para desembocar en el río Bogotá y este, a su vez, en el río Magdalena que atraviesa gran parte de Colombia hasta finalizar en el mar Caribe. Este recorrido implica una interconectividad ecológica que va mucho más allá de la cuenca en sí misma, pues todas las actividades económicas que sustentan el metabolismo de Bogotá terminan afectando la vida (humana y no humana) de otros territorios.  

Volviendo a Leff (2004), los cuestionamientos sobre la sustentabilidad de las formas de vida han sido cooptados por la economía, que sigue enmarcada en la racionalidad moderna. Entonces, aparece la preocupación de las autoridades ambientales de todos los niveles por la contaminación, pero sin cuestionamientos al modo de producción y de consumo.

En este sentido, las soluciones dadas por el Estado colombiano sobre la contaminación de los ríos han sido las PTAR (Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales), establecer parámetros laxos para el manejo de vertimientos y el cobro por los mismos. Estas tres “alternativas” no atacan el problema en sí que son las descargas tóxicas, además de ser “soluciones” paliativas y tecnocráticas que se imponen desde arriba.

Las PTAR implican grandes inversiones y la construcción de obras de infraestructura que por sí mismas ya generan problemas socioambientales. Igualmente, se continúa con la valorización economicista que permite ponerles precio a las descargas, tomando decisiones con base en el conocimiento científico aparentemente objetivo, ignorando el conocimiento y necesidades de los habitantes del territorio y la complejidad de la naturaleza.

Entonces, estas decisiones tecnocráticas, supuestamente asépticas, y el aval de las entidades para continuar con las actividades económicas que afectan la cultura y la naturaleza, representan el Estado empresario fortalecido para la defensa del neoliberalismo en detrimento del bienestar y de la vida. (Santos, 2008). Así mismo, ese Estado empresario se hace fuerte en el sur de Bogotá para validar el extractivismo y el negocio de los privados nacionales e internacionales sin consultar a las comunidades.

Las propuestas desde el Sur Tunjuelo  

Dado que el río Tunjuelo recorre cinco localidades del sur de Bogotá, las bases sociales han decidido llamar a este territorio el Sur Tunjuelo, para reivindicar la importancia del río como columna vertebral de estos lugares. Existe un consenso entre las organizaciones sociales sobre la necesidad de recuperar el Tunjuelo, lo que implica restringir las actividades económicas de grandes intereses privados nacionales y trasnacionales, y romper con la lógica de racionalidad económica en medio de un Estado Empresa que defiende estos intereses. Para hacerlo posible, se tienen dos propuestas: pedir que se considere al río Tunjuelo como sujeto de derechos y/o una constituyente para el sur de Bogotá.

Por un lado, interponer una acción de tutela para que el Estado considere al río sujeto de derechos denota que la iniciativa viene desde abajo, es decir, desde el constituyente primario que reside en el pueblo. Sin embargo, después de que un juez falle a favor de la tutela, la interpretación de este fallo y las decisiones sobre el río siguen estando en manos de las entidades. Como dice Negri (2015), dentro del sistema político capitalista el poder constituyente es transitorio porque termina cooptado por la representación. En este caso, la interpretación de lo que significa que un río sea sujeto de derechos y las decisiones sobre él quedan en manos de entidades poco articuladas que, como vimos, casi siempre están permeadas por los intereses del mercado.

Para Santos (2008) no se puede desconocer que este tipo de iniciativas sientan un precedente y el pueblo pueda aprovechar las grietas del Estado para generar un nuevo contrato social, en este caso, para recuperar los ciclos vitales de la naturaleza. En consecuencia, valerse de la tutela para que el Tunjuelo sea considerado sujeto de derechos es solo un instrumento, un medio para justificar las luchas de los movimientos sociales y ambientales, aunque se inscriba en el marco de la democracia liberal.

Por otra parte, para realizar la constituyente del sur se propone una asamblea permanente en la que se definan normas para organizar el territorio con base en los ciclos vitales que el agua sostiene. Se le apuesta a una autonomía local en la que el constituyente primario no delegue su poder y las normas estén sujetas a cambio según las necesidades territoriales que surjan. Asimismo, la constituyente proyecta que el poder de decisión de las personas llegue a ámbitos tan elementales como la autonomía alimentaria, la educación, formas de propiedad comunitaria, entre otros; por lo que es una herramienta más ambiciosa que la descrita antes.

Este planteamiento corresponde a un ejercicio de democracia directa para garantizar autonomía de las personas sobre el territorio y la vida, así como formas de toma de decisión horizontales que garanticen la participación directa, la posibilidad de poner y cambiar las normas de acuerdo a los contextos localizados, sin pretender que estos mandatos se extiendan al estado-nación (Esteva, 2008). Desde esta arista de pensamiento, el poder constituyente se presenta en “en calidad de motor o de expresión cardinal de la revolución democrática” (Negri, 2015; p. 40).

La constituyente, al desafiar el poder económico de forma directa y la jerarquía institucionalizada para la toma de decisiones sobre el Sur Tunjuelo, puede presentar más obstáculos que la iniciativa para que el Tunjuelo sea considerado sujeto de derechos, pues esta última ya tiene varios antecedentes en el país, aunque con una repercusión más simbólica que material sobre la descontaminación y recuperación de los mismos.

Santos (2008) considera que es válido usar los instrumentos de dominación como lo es el orden jurídico-político, para resistir contra el poder hegemónico. Por consiguiente, es legítimo que desde los movimientos sociales se abogue por los derechos de la naturaleza, en este caso, del río.

En cambio, para Esteva la transición consiste en “construir otra forma de sociedad y de gobierno, en que el pueblo no sólo sea titular formal del poder político, sino que pueda tener, mantener y ejercer el poder. Es este desafío (…) el que define la contraposición actual entre el proyecto de las elites y el popular” (1997; pp. 9-10). Entonces, la constituyente mediante la asamblea permanente se consolida como la propuesta más radical porque busca mantener activo el poder constituyente que reside en la multitud diversa.

Racionalidad ambiental y cuidado  

Ambas propuestas revelan la necesidad de recuperar el río Tunjuelo por la importancia espiritual del agua (en particular desde la visión Myska), la necesidad de abastecimiento de agua potable y la recuperación de la biodiversidad. Estas reflexiones no se limitan al espacio inmediato del sur de Bogotá, sino que, como se mencionó antes, se tiene en cuenta la interconectividad ecológica del Tunjuelo que termina afectando al río Bogotá, al río Magdalena y al Mar Caribe y, por ende, a la naturaleza incluyendo a los seres humanos.

Esta conciencia refleja lo que Yayo Herrero (2013) llama las condiciones naturales del ser humano: la ecodependencia y la interdependencia. Primero porque los seres humanos hacemos parte de la naturaleza y dependemos de ella, es decir que somos ecodependientes. Igualmente, somos interdependientes porque necesitamos del cuidado de otros humanos para vivir. Estas dos condiciones humanas fueron negadas por la racionalidad económica moderna, así que reconocer estas dependencias implica un paso hacia la racionalidad ambiental.

Así pues, la racionalidad ambiental “lleva a descubrir que las prácticas cotidianas, los sentimientos, los saberes empíricos y las tradiciones, los mitos y los ritos, constituyen diferentes matrices de racionalidad que dan coherencia y sentido a las diferentes formas de organización cultural” (Leff, 2004; p. 196). Por lo mismo, desde el Sur Tunjuelo, ambos caminos propuestos reconocen el respeto por la naturaleza, por los saberes populares y ancestrales y por el conocimiento acumulado que las personas tienen sobre su territorio y las dinámicas del río Tunjuelo.

El escenario más ambicioso corresponde a la constituyente desde el Sur Tunjuelo y es el más deseable porque permite el empoderamiento permanente de los habitantes del sur de la ciudad, que son quienes, a fin de cuentas, conocen y aman el territorio. Pero no es una lo único que se puede hacer. También es necesario apropiar los instrumentos que ofrece el Estado y la democracia liberal (deliberativa y/o participativa) para transformar la realidad y recuperar la vida en todas sus formas.

Referencias bibliográficas 

Santos, B. (2008). Reinventar la democracia, reinventar el estado. Sequitur.

Esteva, G. (abril de 1997). Sentido y alcances de la lucha por la autonomía. En Latin American Studies Asociation, Panel La sociedad indígena de Chiapas después del movimiento zapatista. El debate político: La autonomía y el Estado. Guadalajara, México.

Esteva, G. (2008). Crónica de un movimiento anunciado. En G. Esteva; R. Valencia; D. Vanegas. (Ed), Cuando hasta las piedras se levantan: Oaxaca, México, 2006 (pp. 21-90). Antropofagia.

Herrero, Y. (2013). Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenible. Revista de Economía Crítica, 16, 278-307

Leff, E. (2004). Racionalidad ambiental. La reapropiación social de la naturaleza. Siglo XXI Editores.

Negri, A. (2015). Poder constituyente: el concepto de una crisis. En A. Negri, El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad (pp. 27-70). Traficantes de sueños.

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