1. ¿Por qué es importante que Colombia cuente con una matriz energética diversa?
Quizás la pregunta debería ser ¿por qué es importante que Colombia trabaje por una transición energética justa? El planeta está enfrentando una doble crisis climática y energética y todos los países tendremos que hacer cambios en nuestra relación con la energía en los próximos 15-20 años, que son críticos para detener o al menos desacelerar el calentamiento global. Pero el cambio no consiste simplemente en diversificar la matriz energética para añadir nuevas formas de producir energía, como por ejemplo energía solar y eólica, si con ellas vamos a profundizar las injusticias y desigualdades sociales y ambientales que caracterizan el país, la región latinoamericana y el mundo entero. La diversificación de la matriz energética nacional tiene que ir acompañada de una estrategia multiescalar que en la esfera internacional implique una alianza latinoamericana y caribeña para exigir del norte global entre otras cosas, que las inversiones de sus empresas energéticas en los territorios del sur global no destruyan la capacidad de un territorio de alimentar a sus comunidades, ni fomenten la violencia que desplaza, ni arrasen con los ecosistemas de los que depende la biodiversidad. El mercado de transición energética que está creando el norte global representa una expansión del extractivismo en el sur global que no tiene precedentes (extracción de minerales y metales críticos). A escala nacional los países deben priorizar la satisfacción de las necesidades locales y el respeto por los derechos y las formas de vida de los territorios. Colombia ya ha diversificado su matriz energética con la construcción de grandes represas que hacen que casi el 60% de su energía eléctrica sea hidráulica. Sin embargo, las represas colombianas han sido construidas con un enorme costo socio-ambiental como lo ejemplifican los territorios y poblaciones afectadas por las represas de La Salvajina, El Quimbo, Urrá, Hidrosogamoso, Hidromiel e Hidroituango. La diversificación de la matriz energética de Colombia y los países del Sur Global es una oportunidad para emprender una transición energética en clave de justicia social, climática y ambiental.
2. ¿Qué importancia tiene el gas natural en el proceso de transición energética?
El gas no es un combustible de transición energética. Eso tiene que ser súper claro. El gas es un combustible fósil que al ser quemado produce CO2 en volúmenes equivalente a aproximadamente la mitad de las emisiones del carbón. Además, el problema no es solo su combustión, sino también que cuando el gas metano llega a la atmósfera sin quemarse, es 90 veces más potente que el dióxido de carbono en atrapar calor. Se ha comprobado que la mayor parte del metano en la atmósfera procede de las fugas de gas producidas en la extracción de fósiles, especialmente de los campos de gas de esquisto de los Estados Unidos. En el horizonte de transición energética, también tendremos que abandonar el gas como fuente de energía. Lo que sucede es que como sociedad tenemos una alta dependencia del gas para satisfacer nuestras necesidades energéticas en el hogar y el transporte y el abandono de estas fuentes de energía tendrá que ser gradual además porque el gas se utiliza para compensar la variabilidad en la generación solar y eólica. A lo que deben apostar las sociedades en un horizonte de 15-20 años es a que la energía doméstica pueda ser producida a escala muy local y pequeña con fuentes renovables. Ya hay ejemplos muy interesantes de cooperativas energéticas barriales en España y sistemas democráticos de producción de energía en Alemania donde los hogares pueden aportar los excedentes de su producción de energía solar o eólica a la red.
3. ¿Qué responsabilidad tiene el sector energético en materia ambiental?
El sector energético global contribuye con dos terceras partes de las emisiones de gases de efecto invernadero y sus impactos ambientales a nivel local son cada vez mayores. Esto requiere ser entendido en perspectiva histórica. Como lo plantea el geólogo Luca Ferrari, la civilización moderna con todos sus desarrollos tecnológicos se ha construido sobre los combustibles fósiles que, si bien son fuentes contaminantes, también fueron abundantes y baratas hasta final del siglo XX. Pero a medida que los yacimientos de combustibles y minerales son más profundos, más pequeños y más difíciles de explotar, se requieren técnicas de extracción más costosas y de mayor impacto ambiental. Hoy en día se requiere mucha más energía y agua para extraer y procesar los combustibles y minerales, lo que hace que los impactos territoriales sean cada vez más altos. Las energías renovables tienen también un alto impacto ambiental porque las energías solar y eólica dependen de las energías fósiles en todas las etapas de su ciclo de vida. La extracción de los minerales (como el litio, cobre, níquel, cobalto, tierras raras etc.) que son la materia prima de paneles y aerogeneradores, su fabricación, la construcción de plantas y conductores, su mantenimiento y desmantelamiento después de finalizada su vida útil, requieren de energía fósil. La transición energética en Colombia ya se perfila con un enorme impacto socio-ambiental en las regiones como La Guajira y el Cesar, donde se concentran el sol, el viento y los minerales de la transición energética.
Por esta razón es tan importante que la transición energética se enmarque en una transformación fundamental de las metas sociales y ambientales que no pueden seguir basadas en el crecimiento económico medido por el producto interno bruto. El sector energético debe pensarse en clave de relocalización, democratización y redistribución. Esto significa que es necesario transitar hacia economías regionales que basen su consumo en la producción local; que la agricultura debe abandonar su dependencia de los combustibles fósiles; que la producción industrial debe regirse por los principios de durabilidad, re-uso y reciclaje abandonando la obsolescencia programada; y que la justicia social y ambiental tengan como base la aspiración por formas de vida menos rápidas, menos dependientes del consumo material y energético y más conectadas con los flujos y ritmos de la vida en el planeta. En Colombia, como en muchos otros países de América Latina, un porcentaje importante de la población vive con necesidades básicas insatisfechas. Nuestra meta como sociedad debe ser garantizar la producción y consumo de energía para la vida digna de todas las personas reconociendo y mitigando los impactos ambientales que ese consumo necesariamente tendrá.
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