Programa Progresa Fenicia recibe Premio a la Excelencia otorgado por la División Internacional de American Planning Association - APA 2020
El Programa Fenicia de la Universidad de los Andes recibió el Premio de Excelencia en la Categoría de Planificación Comunitaria y Regional que otorga la Asociación Americana de Planificación (American Planning Association – APA por sus siglas en inglés), sociedad que reúne más de 40 mil líderes de planificación de 90 países.
El Premio a la Excelencia en la categoría Planificación Comunitaria y Regional reconoce iniciativas y prácticas innovadoras y efectivas, que demuestren un compromiso con procesos de planificación sostenibles e inclusivas para mejorar el bienestar de las comunidades locales. También reconoce en las iniciativas, metodologías que promueven la participación de diversos actores, de manera que puedan desempeñar un rol significativo en los procesos de planeación, en particular, aquellos que históricamente han sido excluidos.
Respondiendo al desafío y a la urgencia de transformación urbana que tiene Bogotá, desde hace cerca de 10 años la Universidad de los Andes decidió asumir el reto de repensar la renovación urbana inclusiva en zonas céntricas, desarrollando un piloto con el Plan Parcial de Fenicia ubicado en el entorno de su campus central. A través del Programa Progresa Fenicia, diseñó un ambicioso plan en el barrio Las Aguas, parte del Centro Histórico y en las riberas del río San Francisco, que cruza entre los cerros de Monserrate y Guadalupe (parte de la reserva ambiental urbana más importante de América Latina), cuyo trazado se transformó en el Eje Ambiental, de la mano del talento del arquitecto Rogelio Salmona.
Para ello se sumó el conocimiento construido por varias Facultades con el fin de resolver uno de los problemas más grandes de la renovación urbana a nivel mundial: la llamada gentrificación, que consiste en el desplazamiento de la clase media y trabajadora de una zona cuando, al renovarse un sector urbano con modernos edificios, espacios comerciales y oficinas, se desconocen la historia y las raíces del lugar, y se pierde la conexión con el pasado.
El programa se enmarca en un plan parcial que pone sobre la mesa la posibilidad de hacer renovación urbana participativa, en la que los actuales propietarios, los potenciales inversionistas y el gobierno de la ciudad puedan coordinar y cooperar en el proceso de toma de decisiones. Se trata de una transformación con reconocimiento de la historia y la memoria de los lugares, y con la convicción de que quienes habitan hoy el territorio deben ser los primeros beneficiarios de una mejor calidad de vida urbana.
Para conocer lo que significa este premio entre quienes han liderado este proceso, entrevistamos a dos de sus gestores quienes son parte de nuestra comunidad Cider: Nathalia Franco, (directora del Cider) y Juan Felipe Pinilla (Coordinador del componente legal del Programa Progresa Fenicia y colaborador del Cider). A continuación, les compartimos sus reflexiones sobre los aspectos clave para ser un proceso innovador e incluyente:
El programa Progresa Fenicia nació en el año 2009. La universidad estaba en un momento de reflexión sobre cómo mantener y fortalecer su campus en el centro de la ciudad, sobre cuál era el rol de una universidad que se mantenía en el centro mientras otras universidades se iban hacia el norte de la ciudad, sobre entender mejor cuál era la interacción con su entorno. Para ese momento, en Bogotá había una apuesta por desarrollar planes parciales en varias zonas de la ciudad, entre ellos el Plan Parcial de Fenicia, cuyo promotor era la universidad, pero estaba estancado como muchos otros de la ciudad.
Para el año 2009 Oscar Pardo, actual vicerrector de Sostenibilidad y Servicios de la universidad (y en ese momento profesor de la Facultad de Administración, muy interesado en temas de desarrollo urbano le planteó el reto a la universidad de entender el plan parcial de una manera diferente. Se conformó entonces un equipo interdisciplinario e interfacultades para trabajar en cinco componentes[1]. Este equipo, junto con la Gerencia del Campus, presentó una propuesta innovadora que replanteaba los planes parciales en zonas céntricas, incluyendo ajustes normativos, de tal manera que viabilizara el plan parcial y que le sirviera a la ciudad como modelo. La propuesta fue respaldada por Carlos Angulo, el rector en ese momento.
El proceso requería entender cuáles eran las aristas que debían tenerse en cuenta para analizar un plan parcial en zona céntrica. Se identificó que en la normatividad vigente había vacíos en el proceso participativo y de inclusión de la población residente en el diseño del plan parcial. De hecho, el movimiento social denominado: No se tomen las aguas, un actor importante en la oposición al plan parcial original, y ahora un participante activo en el proceso de toma de decisiones, fue organizado para defender el centro de la ciudad de la renovación urbana mediante proyectos inmobiliarios que amenazaran la reubicación temporal o permanente de las comunidades o del aumento en el estrato y los mayores costos de vida asociados; por tal razón la mayoría de las iniciativas privadas de planes parciales de renovación fueron bloqueadas en sus procesos de formulación y aprobación.
En este sentido, se redefinió el rol de la comunidad y la zona. El primer paso fue resignificar la forma de hacer un diagnóstico participativo. Desde el componente social se conformó un equipo de trabajo con profesores de la Facultad de Economía para diseñar una encuesta de hogares que nos permitiera recoger información detallada sobre los pobladores de la zona, sus necesidades y condiciones. De manera conjunta con profesores de la Facultad de Antropología, se realizó una caracterización de la población, a través de visitas y de recorridos por el barrio.
El elemento clave en todo ese ejercicio fue la construcción de confianza. El problema más crítico que tenía Fenicia es que la universidad y los habitantes de las residencias alrededor del campus no tenían mucha interacción. Realmente no había antecedentes de tener una buena relación con los vecinos. Tomó un tiempo importante poder reconstruir esa confianza, se hicieron muchas visitas a casa por casa, reuniones en el Salón Comunal, en el comedor comunitario, y hubo un llamado de los vecinos hacia la universidad de abrir sus puertas hacia la comunidad, lo cual desencadenó un proceso de conocimiento mutuo que facilitó el proceso.
De manera paralela se realizó un diagnóstico legal para conocer las condiciones y el estado de la titulación de los predios, y de esta manera entender el alcance del proceso de vinculación de los vecinos al proyecto. Se realizó también un modelaje financiero innovador, el que, a diferencia de otros planes parciales, no plateó una compra- venta de predios, sino una asociación en la que cada uno de los propietarios de predios entra como socio al proyecto a ser parte de un encargo fiduciario y, a través de la fiducia, se administran los recursos de tal manera que se crea un intercambio de metros cuadrados entre los que aporta el propietario y los que recibe al final del proyecto. Este modelo es muy equitativo en tanto la valoración derivada de la renovación urbana, no solo se la ganan los desarrolladores sino cada uno de los vecinos.
Un componente adicional clave en términos de inclusión fue el establecimiento de programas sociales complementarios a la renovación urbana. En este sentido, no se trataba solamente de hacer partícipe a la comunidad e informarla sobre los avances del proyecto sino entender qué otras necesidades había en la zona. Del ejercicio colectivo de construir acompañamiento social desde el proyecto surgieron programas como, por ejemplo, el acompañamiento permanente de estudiantes de la universidad a los niños y jóvenes a través del refuerzo escolar, un acompañamiento a emprendedores informales que residen en la zona para reestructurar sus negocios y formalizarlos, y otros proyectos sociales que se hacen con adultos mayores y con las familias directamente. Ese ha sido otro punto clave del ejercicio.
El programa además de proveer información, realizar diagnóstico participativo y de construir confianza con la comunidad, avanzó hacia proceso de concertación de reglas de juego para la participación de los residentes en la zona. En este marco, se instalaron unas mesas de diálogo, en donde participó la Veeduría Distrital, la Junta Administradora Local, la Junta de Acción Comunal, y representantes del movimiento No se tomen las aguas. Grupos como No se tomen Las Aguas construyeron poder a través de un proceso participativo horizontal, involucrando a propietarios de viviendas, personas mayores, residentes del vecindario y dueños de negocios, y profesores y estudiantes de UniAndes. Estos representantes han estado sentados permanentemente en la mesa, llegando a los acuerdos que hoy en día están vigentes y que son los acuerdos base para la construcción de los decretos reglamentarios de la renovación en el Triángulo de Fenicia, y además de la forma en como se ha constituido hoy en día el fondo fiduciario. Los participantes desarrollaron experiencia en planificación técnica para abogar por las demandas de la comunidad en reuniones públicas y en consultas con los planificadores. La organización colectiva ganó el derecho legal al proceso de planificación inclusiva y medidas contra el desplazamiento para las comunidades afectadas.
Garantías de continuidad y permanencia. En las mesas de trabajo se establecieron unas reglas de juego en las que, además de validar la forma de participación de la comunidad, se validaran el esquema de participación de aportes en metros cuadrados. Cada uno de los propietarios aporta los metros cuadrados que tiene actualmente y al final del proyecto recibe la misma cantidad, para garantizar equidad en la negociación y permanencia en el barrio. Además, se estableció un esquema de desarrollo por unidades de actuación que le permite al proyecto mover a los residentes actuales de una unidad de actuación a la otra, garantizando la permanencia en la zona por parte de las comunidades. Este mecanismo ofreció la posibilidad de que mientras se construye el proyecto, las personas de una determinada unidad de actuación tienen por cuenta del proyecto un arriendo pago en el mismo barrio, y al finalizar la construcción las personas regresan a su unidad de actuación, sin necesidad de permanecer por fuera durante la fase de construcción.
Una tercera garantía que ofreció el proyecto fue el acuerdo con el Distrito de la congelación de los servicios públicos por diez años, para dar ese rango de tiempo de uso de los nuevos apartamentos, ya que una de las mayores preocupaciones de la comunidad era el riesgo de cambio en la estratificación socioeconómica de los servicios públicos y su consecuente aumento de tarifas.
Este reconocimiento ratifica el compromiso del Programa Progresa Fenicia y de la Universidad de los Andes para implementar procesos de renovación urbana participativos, incluyentes y sostenibles y lo convierten en un referente nacional e internacional sobre la transformación del entorno a partir de metodologías innovadoras que promueven la participación y el bienestar de diversos actores, en particular, aquellos que históricamente han sido excluidos.