Los y las autoras de este libro escogieron conceptualizar el mundo de la belleza como un “campo” en el sentido de Bourdieu —es decir, como un espacio social dinámico— y considerar a los trabajadores y trabajadoras como “agentes sociales”. Lejos de dedicarse a una tarea subalterna, estos agentes transforman las identidades de género, clase y raza, y así actúan de manera oculta en el corazón de las luchas sociales. Sobre la base de este posicionamiento sociológico, más bien clásico, se sobrepone la idea original de la belleza como “tecnología de género”. Repitiendo de manera muy sutil y particularmente convincente este concepto, concebido inicialmente por Teresa de Lauretis a partir del análisis cinematográfico, se le da una nueva vida y pertinencia, y en el mismo movimiento se fortalece la idea de la peluquería como un arte popular de gran valor para la cultura y la sociedad.