El 10 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo. Esta celebración promovida por la ONU es fundamental si tomamos en cuenta que la ciencia le es ajena a buena parte de la población del planeta, lo que la hace susceptible de acoger falsas ideas con facilidad. Solo basta recordar dos ejemplos: las personas que siguieron la recomendación de Trump de tomar hipoclorito de sodio como remedio para el covid-19 y quienes sostienen que la tierra es plana.
El objetivo de esta conmemoración es promover que los ciudadanos estén informados sobre los avances científicos y fortalecer el rol de la ciencia como un medio que ayude a las naciones a desarrollarse y a garantizar la paz. Se ha celebrado desde 1986, y cada año ha tenido su propio objetivo y mensajes. Por ejemplo, en 2018, el mensaje fue la ciencia, un derecho humano. En 2019, ciencia abierta, no dejar a nadie atrás. En 2020, la ciencia para y con la sociedad para hacer frente a la pandemia global. En 2021, construir comunidades preparadas para el cambio climático. Este año, el lema es las ciencias básicas para el desarrollo sostenible que busca reconocer que estas ciencias son vitales para alcanzar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de las personas en todo el mundo. "Las aplicaciones de las ciencias básicas son fundamentales para lograr avances en la medicina, la industria, la agricultura, los recursos hídricos, la planificación energética, el medio ambiente, las comunicaciones y la cultura" (Asamblea General de las Naciones Unidas del 2 de diciembre de 2021).
En esta columna presentaré algunos detalles de dos programas recientes que han planteado interesantes contribuciones de la ciencia a la paz y el desarrollo en Colombia. Para empezar, conviene mencionar que desde 2017, la alianza de Minciencias y el fondo Newton del Reino Unido ha financiado acciones hacia la paz y la sostenibilidad ambiental. Esta alianza reconoció que uno de los problemas más grandes en la transición al posconflicto, y del posconflicto a la paz en Colombia es garantizar mayor inclusión y participación de grupos con diversos intereses y habilidades para representar sus intereses e influenciar el desarrollo, particularmente grupos que puedan sentirse vulnerables y marginados. Destaco este elemento, porque es uno de los principales retos de la gobernanza de la ciencia y la tecnología en muchos países: incluir diversas voces e intereses en la definición de prioridades de la ciencia y la tecnología. En definitiva, lograr lo que promueve la Red PLACTS, una ciencia y una tecnología puesta y dispuesta a resolver las necesidades y problemas de nuestra sociedad, para un proyecto inclusivo, democrático, solidario y pacífico.
Retomando, la alianza Minciencias y Fondo Newton financió un interesante conjunto de proyectos. Por razones de espacio, solo comparto tres ejemplos de acciones hacia la paz y la sostenibilidad ambiental:
2) Innovación tecnológica que busca reducir el uso de mercurio en la minería artesanal del oro.
El siguiente programa para mencionar es ‘Prototipo de Ciencia, Tecnología e Innovación para Comunidades Sostenibles para la Paz’ que busca cerrar las brechas en zonas afectadas por el conflicto. Desde 2018, con una inversión de $16.700 millones, Minciencias ha promovido el acceso a energías renovables y limpias, sistemas alternativos de provisión de agua y saneamiento básico, y el desarrollo de sistemas productivos y comerciales sostenibles en favor de la economía campesina y solidaria.
Hace unos días ocurrió otro hecho que recuerda la importancia del rol de la ciencia en el desarrollo y la paz. En su visita a Colombia, la reconocida economista Mariana Mazzucato recordó el importante papel que ha jugado el Estado en conquistas de la ciencia como, por ejemplo, el desarrollo de la bomba atómica, la conquista espacial, la inversión en aceleradores de partículas, entre otros. Y esto ha ocurrido así porque el Estado puede y tiene que asumir aquellos riesgos que para el sector privado son excesivamente costosos, y que son imposibles de pagar. La profesora Mazzucato invita a pensar las acciones de la ciencia orientada por “misiones” que asumen y resuelven problemas sociales de gran importancia. Por ejemplo, deberíamos ejecutar misiones de ciencia con diversos actores (sociedad civil, ONG, gobierno, empresas, academia) que nos ayuden a enfrentar grandes retos de la sociedad colombiana. Por ejemplo, elevar la calidad educativa con la meta que Colombia suba 20 posiciones en las pruebas pisa al 2030 (ocupamos el último lugar actualmente), reducir a la mitad el tiempo de desplazamiento de los bogotanos en 4 años, promover la investigación "favorable a los pobres", elevar la productividad agrícola, detener la deforestación, entre otras.
Recientemente, Arturo Luna, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, destapó las cartas de esta cartera sobre las cuatro misiones estratégicas que implementará el actual gobierno: 1) Bioeconomía, ecosistemas saludables y territorios sostenibles, 2) Ciencia, tecnología e innovación a la producción agropecuaria y sistemas alimentarios, 3) Energía sostenible, eficiente y asequible, 4) Bienestar social y soberanía sanitaria. El ministro también anunció la creación del programa estratégico Ciencia para la paz y la ciudadanía. Esta noticia va en la dirección correcta porque nuestro Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTeI) no ha logrado establecer prioridades claras en sectores o disciplinas y no ha planteado cómo estas asumen los grandes propósitos o desafíos para el desarrollo del país.