Javier A. Pineda Duque
Profesor del Cider de la Universidad de los Andes
jpineda@uniandes.edu.co
10/11/2022

El pasado septiembre la programadora RCN lanzó la producción “Leandro Díaz”, una serie que recrea la vida de uno de los más importantes juglares vallenatos de Colombia. En esta serie resalta el personaje de su tía Erótida Duarte, representada excepcionalmente por la actriz Aida Cristina Bossa. Ante las condiciones de rechazo que sufre Leandro de niño por su ceguera, es la tia Erótida quien cuida de él. Ella no solo lo protege del rechazo y maltrato de su padre y sus hermanos, sino que le enseña e impregna el aprecio por la vida y todo lo que lo rodea y le abre lo que él va a denominar luego “los ojos del alma”.

Erótida dedica los años más valiosos de su juventud al cuidado de Leandro, renuncia a sus propios amores y comodidades. Este personaje enfrenta, con su creatividad, lenguaje y acento propio del Caribe, la violencia del patriarca y de una sociedad patriarcal. Erótida representa en esta novela, a miles de historias de mujeres que sostienen la vida, que remiendan y retoman lo desechable, para darle vida y convertirlo en canción. Leandro, con los ojos del alma, compuso más de 350 canciones.

El pasado 5 de noviembre se celebró el Día Internacional de las Personas Cuidadoras, fecha que desde 2014 la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) declaró como tal, para resaltar el trabajo de todas aquellas personas que cuidan de otras. En su gran mayoría son mujeres que, con grandes esfuerzos y en forma silenciosa, día a día, cuidan nuestro entorno y a otras personas que se encuentran en situación de dependencia, para satisfacer sus necesidades básicas y sostener la vida.

La dependencia es propia de la vida humana y parte central de la condición de sociedad. Pero es en los hogares y las relaciones familiares donde se presenta la principal fuente de cuidado. Este se proporciona tanto a personas dependientes por su curso de vida (niñez y vejez) o por condiciones especiales (discapacidad o enfermedad), como a personas hábiles y adultas. En este último caso se presentan privilegios que generalmente están dados por condiciones de clase, raza o género. La evidencia de que la gran mayoría de personas que asumen los trabajos de cuidado con mayor intensidad de horas sean mujeres, ha hecho de este una de las más importantes injusticias de género.

En el Cider hemos incorporado los estudios del cuidado en la línea de Género, equidad y desarrollo desde hace más de una década[1]. Hemos pasado de investigar el cuidado de la apariencia y la belleza, al cuidado de la vejez y el cuidado de la salud, para mirar ahora las políticas de cuidado y su papel en el desarrollo. Su importancia actual y su relevancia después de la pandemia, se ha expresado en el nacimiento de políticas públicas en Colombia y América Latina.

Cuidar siempre entraña una relación social que se puede dar en condiciones de afecto y reciprocidad, pero que, en forma contraria, generalmente se da en condiciones difíciles de subordinación y precariedad. Como trabajo implica un esfuerzo físico y psíquico, que en muchos casos implica aislarse socialmente y llevar una sobrecarga física y emocional. Como el caso de Erótida, las mujeres cuidadoras anteponen el cuidado de la persona dependiente a sus propias prioridades, deben anticiparse a la necesidad del otro y sólo se visibiliza dicho cuidado en su ausencia.

Erótida es una representación más de las mujeres que cuidan y hacen una apuesta por la vida en condiciones que les genera un gran costo. Ahí están también las “amas de casa”, que dedican su vida a la reproducción social sin reconocimiento; las madres comunitarias que después de treinta años lograron ser reconocidas -parcialmente- como trabajadoras; las trabajadoras domésticas que representan la “herida colonial” y racista del país, y que en su gran mayoría trabajan sin seguridad social; las enfermeras y auxiliares de enfermería que conforman la primera línea de todas las pandemias y enfermedades del sistema de salud; están las mujeres que sostienen la vida y que son las llamadas a liderar el paso hacia una sociedad y democracia cuidadora.

 

[1] Pineda, J. (2011), “La carga del trabajo de cuidado: distribución social y negociación familiar”, en El trabajo y la ética del cuidado, compilado por Luz Gabriela Arango y Pascale Molinier, Bogotá: La Carreta Social y Universidad Nacional de Colombia, pp. 135-155.

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