De acuerdo con el Plan de Desarrollo del Distrito Capital 2020-2024 “Un nuevo contrato social y ambiental para la Bogotá del siglo XX1”, en sintonía con el propósito de incrementar la inclusión social, productiva y política, se da lugar al programa de Subsidio de Mejoramiento de Vivienda en modalidad de Habitabilidad. Este programa hace parte de las estrategias que apuntan a la disminución del déficit habitacional, que, en el caso bogotano, ubica al 9% en déficit cualitativo y al 1,6% en déficit cuantitativo, según la ECV 2021[1]
Así las cosas, la Secretaría Distrital del Hábitat y la Caja de la Vivienda Popular, dispusieron la ejecución de programas orientados al mejoramiento de viviendas en diferentes modalidades: habitabilidad, vivienda progresiva, vivienda rural, entre otros. En mi caso, desde el 2021 tuve el privilegio de vincularme con el equipo de Estructuración del subsidio de Mejoramiento de Vivienda en modalidad de Habitabilidad. Desde junio del 2021, hasta hoy, hemos visitado 45 barrios ubicados en las localidades de Ciudad Bolívar, Usme, Bosa y San Cristóbal; que, además, hacen parte del tratamiento urbanístico de Mejoramiento Integral.
Para este cuatrienio, la meta es de otorgar 4500 subsidios a viviendas que presenten la oportunidad de mejoramiento en sus espacios. El proceso inicia con una visita de socialización con la comunidad, acompañada por las Juntas de Acción Comunal. Posteriormente, se da una visita técnico-social en la que se evalúa brevemente el cumplimiento de los requisitos consignados en los decretos 145 de 2021 y 586 de 2021. Así como el análisis de las condiciones estructurales y el diagnóstico de oportunidad para la intervención.
Aunque los requisitos apuntan a que los diferentes subsidios se asignen justamente y con enfoques diferenciales, no logran abarcar necesidades en casos de pobreza extrema (viviendas en materiales provisionales o con necesidad de reforzamiento estructural). Por lo tanto, surgen paradojas en la asignación del subsidio, como consecuencia de una política que requiere ampliar su espectro de intervención y abarcar un mayor rango de población.
Desde mi experiencia como arquitecto urbanista, encuentro muy enriquecedor (tanto personal como profesionalmente), tener la oportunidad de conocer el hábitat popular desde el relato de sus residentes. Generalmente las familias conversan durante nuestras visitas sobre la historia de consolidación del barrio, sobre cómo iniciaron adquiriendo una porción de terreno y levantaron refugios con paroy, tejas de zinc y maderas rústicas. Que, al paso de un par de décadas, se obtienen viviendas que reflejan el fruto de múltiples esfuerzos y sueños colectivos, préstamos, deudas y crisis, para brindar un legado a su familia: “un lugar donde puedan meter la cabeza”.
En el imaginario colectivo, se concibe la idea que el hábitat popular carece de planeación, se atribuye a la informalidad como un calificativo despectivo y genera estigmatización en el territorio. Sin embargo, los lugares autogestionados han sido una respuesta al déficit habitacional cuantitativo, y brindan a sus residentes la posibilidad de construir un hogar tal y como se lo imaginen. Por esto, las ciudades latinoamericanas deben fortalecer los esfuerzos de Mejoramiento Integral, para cualificar y dignificar el hábitat popular. Que, en otras instancias, son los lugares que acogen a poblaciones segregadas, estigmatizadas y oprimidas sistemáticamente.
[1] Encuesta de Calidad de Vida – DANE (Ver comunicado de prensa: https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/deficit-habitacional/comunicado-deficit-hab-2021.pdf)