En la actualidad, al menos en Bogotá, los planes de gobierno parecen estar en el ostracismo. Sus contenidos parecen haber pasado a un rincón oscuro de la contienda electoral, siendo de poco uso tanto por las campañas, los medios de comunicación, la academia y demás orientadores de opinión, y sobrepasados en atención por las opiniones de los candidatos ante temas de coyuntura en redes sociales y medios. En los debates, los programas casi ni son mencionados, y los candidatos terminan en retahílas de promesas y soluciones simples, repetidas mecánicamente al enfrentarse siempre a las mismas preguntas en todos los espacios a los que son invitados.
Ante este escenario se ve sensato revisar qué información valiosa sobre los candidatos y su idea de ciudad se puede encontrar en sus planes. Hago este análisis manteniendo la esperanza de que para los equipos de campaña y candidatos este sea todavía un instrumento relevante de comunicación de sus intenciones de política, aunque cada vez pongo más en duda siquiera que hagan debida lectura.
Para los candidatos, los planes de gobierno son una excelente oportunidad para estructurar su discurso y lograr mostrar sus diferenciales. En esto, varios programas logran buenos apartes donde son claros los principios y formas de gobernar. Esto evidencia que los candidatos son conscientes de que para los ciudadanos tanto la personalidad del líder como su estilo de gobierno son cada vez más importantes. Causa particular curiosidad que, en varios de los planes, los candidatos se muestran como personas técnicas, modernas y gerenciales, que van a tomar decisiones basados en evidencia. Esto puede ser resultado de la necesidad que identificaron los equipos de campaña de desmarcar al candidato de la demagogia tan imperante en estos días en la política, y que está llevando a un claro agotamiento en el interés de los ciudadanos por la política.
Además, podemos observar que los planes se han adaptado a la nueva forma de consumir del público, evitando contenidos muy técnicos o complejos derivados de diagnósticos robustos, y, más bien, tratan de dar mensajes sencillos sobre líneas de acción y presentando soluciones prácticas. Así, las acciones se vuelven fácilmente frases simples, asemejando la comunicación en redes sociales en varios de los programas.
Definitivamente los planes de gobierno todavía permiten identificar prioridades tanto en temas como sobre poblaciones a ser atendidas. Por ejemplo, permiten identificar cómo se ubican los candidatos en la tradicional dicotomía teórica que hay entre si mejorar ciudad para mejorar la vida de las personas o mejorar la vida de las personas para mejorar la ciudad. La cual, por lo visto en los planes, sigue siendo un marcador de diferencia política y de gestión muy importante en este tipo de contiendas. Así, para algunos candidatos temas como la infraestructura de transporte y de seguridad, la ordenación y recuperación del espacio público priman en sus contenidos; mientras para otros, las garantías de derechos, la salud y los sistemas de cuidado entran a ser parte relevante de su plan.
Y uno esperaría que los temas ambientales, de cultura y deporte, y salud mental estén muy presentes en el próximo gobierno. Eso por lo visto en la importancia que a estos temas le están dando los candidatos. También, los programas de gobierno no están exentos de temas de moda como las ciudades inteligentes, la economía circular y el emprendimiento.
Al igual nos permiten ver ausencias. Entre las más inquietantes para mí, la construcción de escenarios de ciudad y el ordenamiento del territorio. Por ejemplo, se extraña una comprensión de las acciones a tomar en la reconfiguración productiva que para la ciudad conlleva la automatización y la irrupción de la IA en el circuito productivo global y, por ende, un lugar más protagónico de la educación. Esta última no es prioridad y no juega ningún rol estratégico para ningún gobierno, aunque, claro está, sí contemplan acciones en la materia. Más inquietante aún es que los asuntos de ordenamiento territorial y también de la ciudad región brillan por su ausencia en la mayoría de los programas y para ninguno resultó ser un tema prioritario.
En cuanto a poblaciones priorizadas los resultados son muy interesantes. Aunque en un primer momento en los planes se acostumbra a incluir a todos, su lugar en el plan, el espacio de contenido dedicado y su rol en los temas considerados como prioritarios dan mucha información. Así, una lectura de los planes permite identificar que, para algunos candidatos los jóvenes y la niñez son prioridad y, claro está, no pueden faltar las mujeres en casi todos los planes. Aunque sorprende la pérdida de relevancia que ellas han tenido para esta ocasión porque, aunque se les incluyen, no son población estratégica, cuando tradicionalmente venían siendo grupo priorizado y actor clave para los candidatos.
Pero como mencioné, preocupan más las omisiones. Aunque se habla de Bogotá incluyente y diversa, tanto indígenas como afrodescendientes brillan por su ausencia en la mayoría de los programas, a pesar de que la ciudad últimamente ha vivido retos importantes asociados a la garantía de sus derechos. Situaciones igual de críticas se observan para el adulto mayor y personas en condiciones de discapacidad. Y también es crítica la ausencia de propuestas claras y certeras para la población migrante (tanto interna como extrajera). Ausencias notables y costosas que deberían tener una mayor respuesta por parte de los candidatos.
Así es que la invitación es a que pasen a dar una ojeada a los planes antes de ir a votar. También a buscar mecanismos para aprovechar mejor este instrumento. La academia puede jugar un rol importante en que los planes faciliten una mayor comprensión de las intenciones de gobierno de los candidatos. Iniciando porque deberían ser el punto de partida de los debates que se realicen en las universidades y de cuestionamiento puntual a sus propuestas. Los medios tienen poco interés, y en su afán por el clickbait veo poca oportunidad de que sirvan para mejorar la calidad de la discusión pública apoyada en los planes de gobierno, tanto en estas como las elecciones venideras.
Pero si veo una enorme oportunidad de fortalecimiento democrático y gana-gana en que la elaboración de los planes se vuelva un escenario de convocatoria a la construcción colectiva por parte de los candidatos. Sus campañas podrían iniciar invitando a la sociedad civil y a la ciudadanía a construir en colectivo sus propuestas y generando espacios de encuentro colaborativo. Esto les permitiría a las campañas iniciar con mayor fuerza y legitimidad, en vez de esta sosa contienda de lugares comunes y trinos de indignación por el escándalo diario.