A propósito del Día Mundial de la Felicidad, es importante reflexionar sobre cómo esta cualidad del ser y el concepto más importante para orientar procesos humanistas del desarrollo da lugar también a una escuela de pensamiento que propone alternativas para guiar procesos de transformación hacia un desarrollo más humanistas, centrado en las personas y que se orienten hacia el cuidado del planeta, las relaciones interpersonales de calidad y el cuidado de la salud mental de las personas.
Esta escuela de pensamiento parte de un supuesto poderoso: se debe partir del trabajo sobre el ser interno y el desarrollo de sus capacidades (sus valores, nivel de conciencia, visiones de mundo) y elevar su nivel de bienestar para que se produzcan las transformaciones profundas que se requieren en el actual modelo de desarrollo. Por ello, se enfatiza en el concepto del bienestar subjetivo, desde la persona, de sus propias capacidades y su nivel de conciencia.
Estamos en épocas de crisis. La crisis climática, cada vez más fuerte en sus síntomas y sus consecuencias, las crisis de salud agravada por una pandemia que no termina, con sus graves secuelas en la salud física y mental de las personas. Crisis económicas y financieras recurrentes tanto a nivel de países como de empresas. Crisis de desplazamiento y migración de miles de personas, expulsadas de sus propios territorios por guerras y conflictos internos y por una creciente percepción de inseguridad humana. Hay una crisis cada vez más notoria en el trabajo en las empresas y organizaciones. Los problemas derivados del burnout, el estrés y la falta de compromiso de la fuerza laboral con sus trabajos ponen en evidencia lo que se ha denominado el problema de la contaminación social, a diferencia de la ambiental, en las organizaciones.
Podemos decir entonces, como ya lo señaló Gramsci (1971), que la crisis actual consiste precisamente en que el orden antiguo no acaba de morir y que el nuevo no puede surgir. Es decir, estamos en una era de interregnum; un periodo de gran incertidumbre, que al mismo tiempo ofrece oportunidades para plantear nuevas formas de pensar acerca del desarrollo y de sus fines.
Es necesario superar los modelos de desarrollo que ponen énfasis en el crecimiento económico exclusivamente, que han agravado las grandes desigualdades sociales entre países y al interior de los países, y han llevado que la crisis del cambio climático pareciera ser ya irreversible. También se necesitan nuevos modelos de democracia participativa que empoderen a los grupos más vulnerables y les asignen una agencia activa en definir lo que quieren para su propio desarrollo. El principio del crecimiento económico como fin último del desarrollo colapsa al comprobarse que el consumo excesivo y la producción sin límites no generan iguales niveles de bienestar subjetivo en los habitantes de los países que han seguido esta ruta. Por el contrario, se han traspasado los umbrales planetarios y las personas se sienten cada vez más agobiadas, sin un sentido e identidad en la vida, sin contar con un propósito que los motive, guíe y les dé esperanza acerca del futuro. Los problemas de salud mental (depresión, ansiedad, stress, burnout, suicidios) aumentan progresivamente
La discusión sobre los fines y el propósito último hacia el cual se debe dirigir el proceso de desarrollo de las personas, de las comunidades, de las sociedades y del planeta es impostergable. Y vemos como surgen nuevas alternativas que plantean un mejor futuro a partir de utopías reales, en el aquí y en el ahora. Se deben dejar atrás los arquetipos que han potenciado de forma extrema el individualismo, la codicia y el interés particular llevado a un extremo.
A partir de la noción de un capitalismo consciente, en el que se reconozca la importancia de la agencia, del emprendimiento y de la empresa privada, pero basado en valores en los que predomine la dignidad de las personas, la solidaridad, la cooperación, la gratitud, el respeto por la diversidad.
La escuela de pensamiento que parte del concepto de felicidad (Gasper, 2010) y/o bienestar subjetivo (Wills, 2009) como fin de la sociedad y que está basada en investigaciones científicas toma fuerza y plantea debates interesantes en este sentido. Sin caer en idealismos ni recetas fáciles para la acción y la autoayuda, se parte de plantear la necesidad de superar los problemas suscitados por el modelo prevaleciente del desarrollo y de cultura occidental de los últimos 400 años que se ha constituido en parte esencial del problema. Se retoma la discusión sobre lo que significa verdaderamente ser humano (antropología del ser) y discutir su propósito y sentido en esta vida y en el planeta. Es decir, discutir sobre el fin último de las personas en las sociedades. La felicidad, el bienestar subjetivo, recogen varias de estas motivaciones y aspiraciones
Aristóteles propuso que la felicidad (o eudaimonia) se entienda como el fin último que debe perseguir cualquier sociedad. Idea también resaltada por otras formas de pensamiento como el utilitarismo. Propone Aristóteles que sea la eudaimonia (encontrar un propósito en la vida que le permita a las personas y a los grupos dar lo mejor de sí mismo) a diferencia del hedonismo (maximizar placer y minimizar el sufrimiento) lo que constituya la noción de felicidad que a su vez guie los procesos de florecimiento de las personas, organizaciones y sociedades. Una noción que se asocia claramente a una nueva forma de entender a la sostenibilidad. Ehrenfeldt (2013) señala que la sostenibilidad se entiende como la posibilidad para que las personas y los grupos puedan florecer en función de sus propios propósitos y sentidos y lo puedan hacer de manera sostenible. Al enfocarse las personas en desarrollar desde su interior capacidades que les permitan vivir de manera satisfecha con su vida y con los dominios de vida que les son más significativos (la salud, las relaciones interpersonales, la seguridad, las expectativas en la vida, la espiritualidad) se estará comenzando un proceso que permita generar transformaciones en el mundo exterior. Planteamos que estos son principios fundamentales para propiciar modelos de desarrollo alternativos.