El próximo 11, 12 y 13 de julio se realizará en Valledupar el Encuentro Vallenato Femenino (EVAFE) en el cual se le rendirá homenaje a Omar Antonio Geles Suárez. Este homenaje en la novena versión de EVAFE 2024, el ‘Festival vallenato de las mujeres’, no es gratuito. El apoyo del cantautor a las mujeres en la música vallenata fue de vieja data.
“Desde sus inicios como compositor y acordeonero, Omar Geles se convirtió en mecenas musical de muchas mujeres que forman parte del folclor vallenato, apoyándolas ya sea tocando el acordeón o incluyendo alguna de sus composiciones en las producciones de ellas”, expresó EVAFE al anunciar el reconocimiento[1].
Artistas como Patricia Teherán, Ana del Castillo, Natalia Curvelo, Adriana Lucía, Karen Lizarazo y Lily García, entre otras, se dieron a conocer mediante el talento y las composiciones de Omar Geles.
Me pregunto ¿qué hace que un hombre, en este caso un Rey vallenato, sea proclive a reconocer y valorar el talento femenino? ¿A romper con la misoginia en una sociedad machista y patriarcal? ¿De dónde surge esta disposición en hombres que contribuyen a romper la hegemonía patriarcal en ciertos espacios públicos?
Si bien esta disposición no lo hace feminista, si brinda elementos centrales para romper con la hegemonía masculina, en este caso, en la industria de la música vallenata. Revisando algunas de sus canciones y conciertos, Omar Geles es un hombre bastante tradicional que no solo cultiva los “mitos del amor romántico”[2], sino que se muestra bastante condescendiente con respecto a la centralidad masculina en la sociedad.
Los caminos de la vida, la canción más popular del cantautor, tiene la clave para entender esta disposición a reconocer lo femenino. Como muchos colombianos me identifico con esta pieza artística que básicamente reconoce los esfuerzos y sufrimientos de una madre por sus hijos. En la memoria de muchos de nosotros han quedado grabadas desde niños los sentimientos de solidaridad con nuestras madres, no solo frente al sufrimiento de las condiciones socioeconómicas adversas, sino también frente a las actitudes humillantes y de menosprecio de nuestros padres u otros hombres, en los detalles más pequeños de la cotidianidad, que hoy conocemos como micromachismos.
Estas experiencias que no garantizan, pero sí facilitan la intención de “ser distintos a nuestros padres”; es decir, que facilitan puntos de inflexión en el cambio generacional, resultan centrales en los espacios de reflexión entre hombres, para generar masculinidades anti patriarcales y equidad de género. Estas experiencias de vida no son de unos pocos hombres sino de la gran mayoría de nosotros; resulta transversal a los hombres en todos los estratos, pero en especial, entre quienes han vivido condiciones socioeconómicas adversas.
La generación de la familia de Omar Geles (nacido en Mahates, Bolivar, en 1967), como miles de familias en Colombia, son de las que han migrado del campo a la ciudad o de la provincia a la capital (de Mahates a Valledupar), producto de una reforma agraria que no llegó y, que, por el contrario, generó la expulsión de campesinos desde las tierras fértiles a las ciudades. Así, varias generaciones desde mediados del siglo XX llevaron a un proceso de urbanización acelerada, en donde se minó la producción campesina de alimentos y se pasó a un país urbano y minero exportador, con un alto componente de alimentos importados.
Pero no solo eso. Desde finales del siglo pasado comenzaron a incrementar las familias monoparentales con cabeza femenina (es el caso de Geles). Según datos del Dane, para el 2021, el 43,6% de las familias en Colombia tiene ‘jefatura’ femenina[3], de estas la mitad son monoparentales, las demás son biparentales o unipersonales. Esta monoparentalidad femenina tiene que ver con las mismas condiciones de alta migración y, por supuesto, como expresión de las relaciones de género, especialmente con los conflictos de pareja y las violencias contra las mujeres.
Así, tanto en familias monoparentales como biparentales, con ‘jefatura’ femenina o no, las mujeres han asumido la mayor carga de cuidado, la crianza de los hijos, en toda esta historia. La mitad de ellas participando en la economía informal de los pueblos en las sábanas del Caribe amplio, en los valles y en las cordilleras de los Andes. En el caso de Hilda Suárez, madre de Omar Geles, uno de sus hijos menores que lleva el apellido Geles, vendiendo empanadas y criando cinco de sus nueve hijos. Pero además del trabajo en la informalidad, es el trabajo doméstico de cuidado no remunerado (TDCNR) directo e indirecto, el que representa y desvela a las mujeres madres. Su distribución en los hogares recae mayoritariamente sobre las mujeres, como lo podemos observar en la gráfica.
El cantautor plasma así su experiencia frente al sufrimiento de su madre en los Caminos de la vida:
Por eso te pido a ti mi Dios del cielo
Para que me guíes al camino correcto
Para mi viejita linda compensar
Para que olvide esa mar de sufrimientos
Y que de ella se aparte todo el tormento
Que para criarnos tuvo que pasar
La mayor compensación que Omar Geles logra no es tanto las satisfacciones que al final tuvo doña Hilda con sus canciones y los logros de su hijo, sino el estimular en las últimas dos décadas la aparición de mujeres en el mundo masculinizado de la industria musical, que se expresa en el Festival vallenato de las mujeres. El sentimiento de justicia de género que refleja Los caminos de la vida es el que requerimos de muchos hombres para desvanecer el patriarcado en una sociedad injusta.
[1] https://elpilon.com.co/omar-geles-recibira-reconocimiento-en-evafe-2024-por-el-impulso-a-las-mujeres-en-la-musica-vallenata/
[2] Herrera, Coral (2005). Los mitos románticos en la cultura occidental. El Rincón de Haika, Madrid.
[3] Desde hace más de dos décadas (Pineda, 2003) he venido cuestionando este término que incorporaron los estadísticos en el lenguaje de datos: la ‘jefatura’ en los hogares. En mis entrevistas con mujeres cabezas de hogar prefieren no hablar de jefes en la familia, en la medida en que buscan ambientes más democráticos en sus hogares.