La investigación en temas relacionados con el agua refleja la gran complejidad derivada de la confluencia del cambio climático y viejos retos de gobernanza. Ciudades ubicadas en zonas costeras tropicales, como Barranquilla y Buenaventura, con largas y tormentosas historias de gobernanza del agua, se han convertido en escenarios donde la mayor variabilidad climática pone a un alto porcentaje de la población en riesgo de sufrir enfermedades que se gestan en las aguas que corren o se acumulan, como las enfermedades transmitidas por vectores.
Desde la línea de investigación Sostenibilidad Ambiente y Desarrollo del Cider, buscamos entender la confluencia de factores como: la historia de la gobernanza del agua y sus consecuencias en el desabastecimiento y la permanente ausencia de saneamiento básico, las formas de adaptación que se han dado en los hogares especialmente desde la gestión de las mujeres, y las consecuencias en la salud de la población de los barrios que albergan población vulnerable.
En el escenario de la pandemia, con la financiación del gobierno holandés, hemos emprendido un proyecto de investigación que ha cambiado radicalmente la forma de recolectar y analizar información. El proyecto, que está aún en marcha, ha capacitado a mujeres de los barrios vulnerables de las dos ciudades para realizar etnografías sobre las formas de manejar el agua. Y con el apoyo de la Secretaría de Salud de cada una de las dos ciudades, se ha realizado encuestas y muestreos de larvas para conocer los impactos de la gestión del agua en los riesgos a la salud frente a enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes aegypti. También se ha compilado historias de vida de personas que a lo largo de los años han llevado el agua a los barrios y han vivido en carne propia la injusta asignación de los recursos para el manejo de esta. Personas que además han enfrentado toda la adversidad del desplazamiento y la violencia en estas ciudades, que son los puertos marítimos más importantes del país.
El proyecto busca apoyar a las mujeres y a los líderes de las organizaciones sociales de las ciudades para que puedan reducir su vulnerabilidad a los impactos de cambio climático, pero principalmente para que puedan participar de forma más equitativa en las deliberaciones emprendidas con el Estado para reorientar la gobernanza del agua: desde una gobernanza centrada en intereses privados a otra que priorice el bienestar de la población en entornos de gran fragilidad social y ecosistémica.