En 2021 se cumplen cinco años de la aprobación del programa de Maestría en Planificación Urbana y Regional (MPUR) del Cider de la Universidad de los Andes. Estos hitos siempre son una buena excusa para reflexionar sobre los valores que rigen un programa y si estos siguen siendo relevantes para los nuevos retos que se avecinan. Si bien el Cider cuenta con una larga tradición en investigación, docencia y asesoría en temas de planificación del territorio, que se remonta a la creación del Centro en 1976, la actual MPUR fue diseñada y aprobada en 2016 en un esfuerzo por actualizar la enseñanza sobre temas de planificación urbana y regional a las necesidades actuales de la profesión y de los territorios. En esta nota intentaré hacer un balance de algunos de los retos y principios que guiaron la creación de la MPUR en 2016 y su pertinencia en la década de 2020.
Retos urbanos y regionales que motivaron la creación de la MPUR
Durante las discusiones que se generaron en el Cider en 2015 y 2016 en el proceso de la creación de la MPUR se destacaron tres grandes cambios globales que deberían tenerse en cuenta en este nuevo programa de maestría. En primer lugar, estamos actualmente en lo que varios autores han denominado el siglo urbano. En el siglo XXI por primera vez más del 50% de la población mundial vive en ciudades. De hecho, América Latina hace tiempo pasó ese umbral. Actualmente, más del 80% de la población latinoamericana vive en ciudades. Las ciudades son generadoras de riqueza, creatividad y diversidad cultural pero también son espacios de desigualdad, segregación y contaminación. Las últimas décadas de urbanización rápida y descontrolada en América Latina han dado lugar a un modelo de ciudad disperso y segregado, con baja calidad de vivienda, altos porcentajes de informalidad, equipamientos urbanos y espacios públicos insuficientes, una infraestructura de transporte cada vez más centrada en el automóvil y con altos índices de contaminación e inseguridad. Por tanto, la necesidad de formar a líderes con capacidad de comprender, analizar y realizar propuestas de mejora en las ciudades colombianas y latinoamericanas se hacía urgente.
Un segundo elemento que se tuvo en cuenta fue el cambio que ha experimentado la disciplina de la planificación urbana y regional en las últimas décadas. Tradicionalmente, la formación de profesionales en temas de planificación territorial en América Latina estaba vinculada al campo de la arquitectura y la ingeniería. La idea era formar arquitectos o ingenieros planificadores que diseñaran el territorio desde arriba, desde los escritorios de sus oficinas en los departamentos de planificación central. Hoy en día, las ciudades y regiones necesitan profesionales no sólo con habilidades técnicas sino también con capacidad de entender el impacto de las relaciones sociales, políticas, ambientales y económicas en el territorio. Necesitamos planificadores capaces de involucrar a las diversas poblaciones afectadas por decisiones de ordenamiento territorial, en particular aquellas a quienes se les ha excluido tradicionalmente de los mecanismos formales y burocráticos de la planificación. El hecho de que la MPUR haga parte del Cider, un centro interdisciplinario de estudios sobre desarrollo, y no de un departamento de arquitectura o ingeniería nos reafirmaba la importancia de poder formar futuras generaciones de planificadores que puedan tener una visión interdisciplinar, crítica y propositiva de la planificación, lo cual implica tener en cuenta las dimensiones no solo técnicas, sino también políticas de la profesión.
Por último, otras de las características que se tuvo en cuenta en el momento del diseño de la MPUR fue que los principales modelos y experiencias de planificación urbana y regional aún siguen estando dominados por la experiencia de las ciudades y regiones europeas y norteamericanas. Con la creación de la MPUR se quería formar una nueva generación de planificadores e investigadores urbanos que se nutriera de los problemas actuales y específicos de las ciudades y regiones latinoamericanas para diseñar nuevas aproximaciones y soluciones a los retos de la planificación territorial.
Principios que guiaron el currículum de la MPUR
Con base en los retos y consideraciones detallados en la sección anterior, la MPUR del Cider se diseñó teniendo en cuenta los siguientes principios guía: 1) su carácter interdisciplinario; 2) una interpretación de la planificación desde la participación y la sostenibilidad; y 3) una visión de lo urbano y regional desde (y para) América Latina.
Una de las características principales del Cider es la interdisciplinariedad, es decir, su interés por integrar conceptos, teorías y métodos de diferentes disciplinas para analizar y afrontar los problemas de las ciudades y regiones de manera rigurosa y creativa. Este rasgo implica que el centro promueve una mirada integral de los procesos e iniciativas de desarrollo urbano y regional, es decir, los examina teniendo en cuenta sus complejas facetas económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales. Para fomentar la interdisciplinariedad, el Cider cuenta con la colaboración de otras facultades de la Universidad de los Andes con amplia trayectoria en temas de planificación urbano-regionales, en particular con las facultades de Ingeniería, Arquitectura y Diseño, Administración, Ciencias Sociales y la Escuela de Gobierno.
La planificación urbana y regional necesita ir más allá del paradigma tradicional de expertos técnicos que imponen planes de manera jerárquica y vertical. El Cider se caracteriza por incluir en sus investigaciones y docencia la existencia de diferentes maneras de experimentar y entender el territorio. Esto supone una visión de la planificación basada no sólo en herramientas técnicas sino también en la incorporación, innovación y desarrollo de metodologías participativas y de construcción colectiva del territorio. De manera paralela, la crisis ecológica que actualmente sufre el planeta y el alto grado de urbanización mundial requiere procesos de análisis que tengan en cuenta las importantes consecuencias que cualquier decisión sobre la organización del espacio urbano, rural y regional tiene en el medio ambiente y por tanto en la sostenibilidad de los territorios.
Finalmente, a pesar de que los modelos de urbanismo y los instrumentos existentes de planificación urbana y regional han sido tradicionalmente importados de la teoría y experiencia de las ciudades norteamericanas y europeas, el Cider parte de la base de que es necesario entender las problemáticas actuales de las ciudades y regiones colombianas desde una perspectiva que tenga en cuenta la realidad y retos específicos de las ciudades y regiones latinoamericanas. Fenómenos como la pobreza, la desigualdad, la informalidad o la segregación urbana son retos centrales de la ciudad latinoamericana que deben ser tenidos en cuenta para poder analizar y/o realizar propuestas de planificación del desarrollo urbano y regional.
Retos de la planificación urbana y regional en la década de 2020
En la actualidad, Colombia enfrenta un momento histórico para poder reducir las brechas socioeconómicas inter-regionales y urbano-rurales y mejorar la calidad de vida de las diversas poblaciones de sus territorios. Los Acuerdos de Paz firmados en 2016 suponen el reto de promover no sólo el desarrollo sino también de construir una paz duradera, incluyente y respetuosa con la diversidad biocultural del país. Uno de los temas más citados en estos acuerdos es la necesidad de atender las grandes brechas de desarrollo entre regiones, así como las brechas urbano-rurales del país. Y en particular la falta de oportunidades de desarrollo e inclusión en territorios rurales y ciudades pequeñas, las más afectadas no sólo por la pobreza sino también por el conflicto. Uno de los principales consensos que se desprende de los acuerdos es, por tanto, la necesidad de pensar el desarrollo con un “enfoque territorial,” es decir, que el desarrollo se piense desde las necesidades y potencialidades de los territorios, desde las ciudades y las regiones, y no como algo impuesto desde el gobierno nacional.
Un hito de las agendas globales de desarrollo actuales es la especial relevancia que estas le han dado al enfoque territorial para abordar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Nueva Agenda Urbana. Estas agendas globales coinciden en la importancia de pensar y actuar desde un enfoque territorial, no sólo para comprender la dimensión espacial de los procesos de desarrollo, sino para intervenir en ellos. Finalmente, la pandemia causada por el Covid-19 en 2020 puso de relieve la necesidad urgente de repensar el desarrollo y la planificación del territorio. Las restricciones a la actividad económica y a la movilidad de las personas durante las cuarentenas obligatorias no han afectado de manera equitativa a todo el mundo. Las poblaciones con viviendas precarias y aquellas que no pueden trabajar desde casa han sido las más afectadas. En este contexto, temas centrales de la planificación urbana y regional como el derecho a la vivienda, la calidad del espacio público, la seguridad alimentaria, las estrategias de desarrollo económico local y regional y la necesidad de pensar en alternativas de movilidad sostenible bioseguras han cobrado una gran importancia, más aún de la que ya tenían anteriormente.
De manera que estamos en un momento histórico en el que no necesariamente vamos a volver a la “normalidad” de antes del Covid-19. La pregunta clave entonces es ¿cómo será esa “nueva normalidad” y qué rol debe jugar la planificación de los territorios para que podamos mejorar la calidad de vida de una manera incluyente, justa y sostenible? La emergencia sanitaria provocada por el coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia de que la planificación de los territorios se haga de una manera interdisciplinaria y que tenga en cuenta no solo variables técnicas sino también políticas, de inclusión y de justicia social. Pensar los proyectos de planificación en términos de justicia social implica preguntarse no solo sobre los beneficios económicos de un proyecto, sino también sobre cómo los beneficios de un proyecto urbano y regional son consensuados y se reparten de manera más equitativa y sostenible. Algunos de los principales temas a los que deberemos prestar atención en la década de 2020, además de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y la crisis climática, son las restricciones de movilidad derivadas de la pandemia, el freno a los procesos de globalización que se venían gestando en las últimas décadas, la mayor importancia de la autonomía territorial y las conexiones urbano-rurales en los procesos de planeación del territorio, así como la necesidad de incorporar las visiones de género y de redistribución del cuidado. En ese sentido, creemos que el futuro de la planificación urbana y regional en esta década sigue estando en enfoques interdisciplinares, participativos y basados en principios como la justicia social, la sostenibilidad, la seguridad alimentaria y la equidad de género. Estamos convencidos de que estos enfoques nos permitirán alcanzar y planificar el famoso “desarrollo sostenible” de una manera más auténtica y profunda y a valorar, en el camino, a personas, territorios y economías locales y regionales que son fundamentales para la supervivencia humana. Ese fue el compromiso del Cider en el momento de la creación de la MPUR hace cinco años y lo seguirá siendo durante esta década que comienza.