La crisis sanitaria, social y económica consecuencia del COVID19 ha confirmado lo que desde la academia, gremios y políticos han reiterado en muchas ocasiones: debemos intensificar la atención en los más vulnerables. En este caso, como era de esperarse, los más vulnerables serán los más afectados. Mujeres, niños, ancianos, habitantes de calle, jóvenes y población en general de marcados laborales débiles se verán mucho más impactados.
Por primera vez desde 1990 la pobreza global podría aumentar y dependiendo de los estimados podría representar hasta diez años de atraso en el progreso que ha tenido la reducción de la pobreza en el mundo (Sumner et al; 2020) ampliando drásticamente la desigualdad.
A nivel global, los países en vía de desarrollo serán los que más problemas y dificultades enfrentarán en la fase de recuperación. Todos, ciudades grandes, intermedias y pequeñas sin excepción tendrán que priorizar, definir y actuar rápidamente. En un artículo publicado por el Banco Mundial (2020) se evidencia que las aglomeraciones urbanas y ciudades más densas no son las más vulnerables ante la pandemia, pues a pesar de albergar un gran número de población, los números de infectados son menores debido a las capacidades con las que cuentan al momento de implementar las medidas de confinamiento: alto porcentaje de provisión de servicios públicos, economías más activas y densas, redes de colaboración, y tecnología e innovación al alcance de un mayor porcentaje de la población. Sin embargo, en ciudades del sur global esta puede que no sea la tendencia, pues no cuentan con las mismas capacidades para atender la población, ni tampoco para contener los efectos colaterales de un confinamiento indefinido, especialmente en asentamientos informales.
Al igual que en otros países, en Colombia las ciudades más densas han sido las que más han presentado casos ya sea por acceso a la información (número de pruebas realizadas, servicios de salud) o porque es donde se concentra la mayor cantidad de gente que importó el virus. Autoridades de departamentos alejados del centro del país agradecen estar “lejos de la capital” porque su incapacidad de respuesta haría que un potencial brote de la pandemia fuese insostenible y devastador, como ya lo evidencia el caso del Chocó.
Desde el centro del país con una preocupación enorme -pero también desconocimiento- se le ha solicitado al gobierno que responda ante las consecuencias del confinamiento en las regiones más apartadas. Sin embargo, es motivo de reflexión reconocer que en Colombia ha sido humana, técnica, financieramente imposible atender las solicitudes de los territorios, incluso después de paros (2017), emergencias invernales (2011) y otros. Por eso, parece que ante una pandemia el resultado no será distinto. No, no es fácil; no se resolverá en cuestión de cuarenta días y tampoco a través de la provisión de internet en las zonas rurales.
Es extraño encontrar que muchos ciudadanos confían en el poder del internet y afirman que permitiría aliviar la cancelación de clases presenciales en municipios de la periferia del país (centros poblados y rural disperso). Lastimosamente, obvian indiscriminadamente las realidades de los territorios, en donde la cobertura, el acceso y el aprovechamiento de las tecnologías de la información y la comunicación en los hogares no llega ni al 36% (DANE;2018). En el Pacífico, para centros poblados y rural disperso en los departamentos del Cauca, Chocó y Nariño el porcentaje de viviendas con servicio de internet no supera el 3%, y en el caso de Valle del Cauca sólo alcanza el 21,24%. Lo anterior, sin contar con la situación de las instituciones educativas no certificadas las cuales padecen deserción escolar, falta de profesores e infraestructura de calidad.
Ahora bien, cómo garantizaremos la implementación de medidas preventivas como el lavado de manos en departamentos donde el servicio de acueducto es menor al 50% (8 de los 32 departamentos) y alcantarillado es igual o menor al 30% (DANE; 2019).
Es decir, al final, esto se trata del cómo golpea la crisis a territorios que ya se encuentran en crisis y olvido.¿Seguimos siendo un Estado de regiones frágiles? Sí, pero no podemos seguir esperando más acontecimientos externos para evidenciarlo.
Por eso, y aunque es poco probable la puesta en marcha de grandes proyectos en esta época, la aceleración y ampliación de los proyectos que ya están en marcha -como el programa Última Milla del Ministerio de las Tecnologías de la Información o el Plan todos somos PAZcífico de la Unidad de Gestión del Riesgo y de Desastres-, la extensión de los préstamos existentes con la banca multilateral, y la búsqueda de soluciones temporales desde la comunidad a través de la innovación y experimentación pueden llegar a ser los métodos más efectivos para solucionar y transformar la realidad que paros, emergencias invernales y ahora, la pandemia nos recuerda.
Nuevos y viejos debates -pero más que nunca pertinentes- sobre el derecho a la ciudad y a la ruralidad; el medio ambiente; la movilidad; el espacio público; el déficit cualitativo de la vivienda del país e incluso, la aparición de nuevos servicios públicos como el internet deben darse. Las maniobras logísticas y de acomodación fiscal frente a los problemas de hambre, salud y supervivencia permitirán fortalecer el sistema económico y sus actores, pues no habrá gobierno que pueda sacar adelante esta situación solo.
La innovación social y tecnológica podrán encontrarse, serán las personas y las comunidades que habitan los territorios quienes permitirán la interiorización y reconocimiento de los cambios de cultura y comportamiento necesarios para afrontar nuevas realidades. No es sostenible continuar determinando formulas mágicas desde Bogotá para las regiones y mucho menos desaprovechando el potencial endógeno que tienen los territorios con relación a sus propias necesidades y maneras de resolverlas.
No podemos ser indiferentes y desaprovechar lo que académicos como Schot y Steinmueller (2020) promueven con respecto al tercer marco de innovación que reconoce la ciencia, la tecnología y la innovación para abordar cuestiones de sostenibilidad, pobreza o distribución equitativa del ingreso.
Puede ser el COVID19 el punto de inflexión perfecto para implementar un cambio transformativo en las decisiones arraigadas en los sistemas económicos modernos y por ejemplo, conectar nuevas redes ante procesos de agricultura local con la nutrición y nuevos modelos conectividad a internet mucho más adecuados a las dificultades de acceso de los territorios.
No podemos seguir cayendo en lugares comunes que insisten en la implementación de programas, políticas y estrategias para todo el mundo y todos los territorios -como la banda ancha en Miraflores, Guaviare o Condoto, Chocó-. Pues, aunque las listas de chequeo son útiles y necesarias para la recuperación es evidente que funcionan diferente de acuerdo a los contextos y territorios.
Colombia -por su tradicional complejidad- se enfrentará a uno de sus mayores tropiezos. Por eso, no puedo negar el miedo constante al pensar que las consecuencias de la pandemia y la aparición de nuevas problemáticas localizadas en ciudades del centro del país elimine de la lista de prioridades la nivelación del desarrollo de las regiones de Colombia. Al igual que con los paros, las emergencias invernales, e incluso el proceso de paz ¿también perderemos la oportunidad de la pandemia para repensar, cuidar y generar desarrollo en las regiones de nuestro país?
Referencias
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DANE, (2018). Indicadores Básicos TIC en Hogares. Disponible en: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/tecnologia-e-innovacion/tecnologias-de-la-informacion-y-las-comunicaciones-tic/indicadores-basicos-de-tic-en-hogares#regional
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Holder, S y Capps, K, (2020). No Easy Fixes as Covid-19 Hits Homeless Shelters. Disponible en: https://www.citylab.com/equity/2020/04/homeless-shelter-coronavirus-testing-hotel-rooms-healthcare/610000/
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Sumner, A., Hoy, C. & Ortiz-Juarez, E, (2020) Estimates of the impact of COVID-19 on global poverty. WIDER Working Paper 2020/43. Helsinki: UNU-WIDER.
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