El día internacional de los humedales, celebrado desde 1997 en memoria de la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional — año 1971 en Ramsar, Irán—, no puede pasar inadvertido en Colombia, un país que cuenta con 25.931.655,85 hectáreas de humedales, las cuáles abarcan el 26% del territorio nacional (El Tiempo 2021; Semana Sostenible 2021). Adicionalmente, casi un tercio de los recursos hídricos renovables del planeta se encuentra en Latinoamérica, en el cual Colombia ocupa el segundo lugar a nivel regional (el Ágora diario del agua, 2021).
A la luz de los datos expuestos, parecería una exigencia del sentido común que los paisajes rurales, ciudades y áreas metropolitanas de un país como Colombia fueran absolutamente planificados en torno a la riqueza hídrica con la que cuenta. Sin embargo, la realidad es que las formas de ocupación y relaciones con el territorio han sido considerablemente lesivas, a tal punto que el 24,2% de los humedales han sufrido cambios en sus coberturas (Jaramillo y Estupiñán, 2017).
Como resultado, diversas zonas rurales y urbanas han sentido la reducción progresiva de sus ecosistemas. Bogotá, la capital y ciudad más poblada, pasó de tener 50.000 hectáreas de humedales, hace sesenta años, a tener tan solo 727,06 en la actualidad (Moreno, 2018); por su parte, en la Ciénaga Grande de Santa Marta, intervenciones tales como vías en el curso de las aguas han ocasionado el 70% de la muerte de manglares (UN periódico digital, 2020); y, así mismo, varios poblados de la cuenca del Río Magdalena han relegado sus zonas urbanas más deprimidas hacia el cauce del río, operando de igual forma con los vertimientos contaminantes.
Dicho lo anterior, se puede evidenciar un fenómeno: La ocupación humana en el territorio colombiano ha desconocido los ciclos del agua como el corazón de la planificación; y, por el contrario, excluyó funcional y espacialmente al recurso hídrico a modo de periferia en los paisajes cotidianos. De tal manera, especialistas y ciudadanía en general tienen un reto como sociedad: consolidar el agua como eje estructurante de su territorio; para lo cual, vale la pena reflexionar acerca de tres consideraciones.
i) El potencial de diseñar paisajes hídricos, dinámicos e interconectados. Una de las características más significativas de los humedales es que no obedecen a un paisaje invariable, lineal y estático. Por el contrario, su comportamiento es circular, cíclico y en ocasiones impredecible; así, en épocas de lluvia los cuerpos de agua se desbordan de sus cauces generando grandes zonas de inundación; y, de este modo, en épocas de sequía, el agua retrocede y deja grandes superficies con nutrientes de alto potencial para la agricultura sostenible y la coexistencia de especies.
De igual manera, los humedales hacen parte de una red. Van der Hammen (1998) lo definió como la Estructura Ecológica Principal; lo cual, quiere decir que los ecosistemas dependen de la conectividad física de sus componentes bióticos y abióticos. Así, planificar los territorios en torno a las lógicas del agua, entender sus ciclos y articular este diseño con las dinámicas económicas, sociales, geográficas, de riesgo, entre otras, permitirá planificar y resignificar los paisajes urbanos y rurales en los cuales el recurso hídrico y la biodiversidad se consoliden como el núcleo del desarrollo.
ii) La pertinencia del reconocimiento de las identidades locales. Los poblados y ciudades colombianas, en general, atravesaron procesos de fundación colonial. Posteriormente, existió una importante influencia del urbanismo moderno europeo del siglo XX; y, finalmente, la globalización introdujo diversos paradigmas de infraestructura y ocupación del territorio. Lo anterior, incorporó modelos foráneos en el contexto geográfico local.
A pesar del legado y riqueza de dichas influencias, existieron procesos que desconocieron la geografía y memoria hídrica. Es decir, se taparon ríos en zonas urbanas, se canalizaron cuerpos de agua con superficies impermeables, se adoptaron modelos de agricultura invasivos; y se planificaron las ciudades a partir de retículas ortogonales que desconocieron la sinuosidad del paisaje.
No obstante, en medio de dichos procesos masivos perviven varios ejemplos de comunidades cuyo modelo de subsistencia está estrechamente ligado al agua y al respeto por sus ciclos. De este modo, casos como la práctica artesanal de la pesca, la agricultura que reconoce los períodos del agua, la vivienda que se adapta a las épocas de inundación y la protección de humedales en zonas urbanas se erigen como modelos sostenibles de desarrollo, en los cuales el conocimiento local reconoce al paisaje hídrico como parte estructural de la identidad.
iii) El fortalecimiento de la gestión colectiva del territorio. El uso y explotación de los recursos —bienes comunes— de manera aislada, sin establecer canales de comunicación y reglas de juego para generar consensos, puede devenir en el deterioro de los ecosistemas (Ostrom, 1990). Por lo tanto, la protección de los humedales demanda procesos de participación colectiva que involucre a los diferentes actores de la sociedad.
En este sentido, resulta pertinente el concepto de gobernanza, entendido como el escenario en el que no solo el Estado es quien se involucra en la toma de decisiones (Lange et al. ,2013); de tal forma, la gestión de los humedales no es una responsabilidad exclusiva del Estado, sino que las comunidades están llamadas a involucrarse al respecto. Hernández (2018) plantea que existen modos de gobernanza, los cuáles varían desde la gobernanza jerárquica, en la que el Estado es quien regula el ejercicio del poder de manera vertical, hasta la auto gobernanza en las que los grupos locales toman decisiones de forma autónoma y horizontal.
Finalmente, la reflexión radica en que es necesario hacer un quiebre definitivo entre los aprendizajes de la historia y los retos hacia el futuro con respecto a la gestión de los humedales en Colombia. Por lo tanto, la invitación en el día de los humedales consiste en hacer un giro en cómo se disponen estos ecosistemas en la jerarquía de la planeación: de la periferia al corazón.
Referencias
el Ágora diario del agua. (22 de enero de 2021). Obtenido de https://www.elagoradiario.com/agorapedia/10-paises-mayores-reservas-agua-dulce/
El Tiempo. (3 de febrero de 2021). Colombia ya cuenta con la nueva edición del mapa nacional de humedales. Obtenido de https://www.eltiempo.com/vida/medio-ambiente/colombia-ya-cuenta-con-la-nueva-edicion-del-mapa-nacional-de-humedales-564479
Gaviria, P. (27 de octubre de 2020). Manglares de la Ciénaga Grande de Santa Marta retienen carbono a pesar de su deterioro. UN Periódico digital. Recuperado de: https://unperiodico.unal.edu.co/pages/detail/manglares-de-la-cienaga-grande-de-santa-marta-retienen-carbono-a-pesar-de-su-deterioro/
Jaramillo, U., y Estupiñán-Suárez, L. (2017). Humedales al rescate. Ecosistemas complejos, fundamentales para la gestión del riesgo. En Moreno, L. A., Andrade, G. I., y Ruiz-Contreras, L. F. (Eds.). 2016. Biodiversidad 2016. Estado y tendencias de la biodiversidad continental de Colombia. Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt. Bogotá, D. C., Colombia.
Lange, P., Driessen, P., Sauer, A., Bornemann, B., & Burger, P. (2013). Governing Towards Sustainability—Conceptualizing Modes of Governance. Journal of Environmental.
Moreno, J. E. (10 de agosto de 2018). Los Humedales de Bogotá, ¿cuántos nos quedan? Obtenido de
Ostrom, E. (1990). Governing the Commons. The Evolution of Institutions for Collective Action. Nueva York: Cambridge University Press.
Semana Sostenible. (02 de 02 de 2021). Obtenido de https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/humedales-de-colombia-el-242-por-ciento-han-sido-transformados/59103
Van der Hammen, T. (1998). Plan Ambiental de la Cuenca Alta del río Bogotá: Análisis y Orientaciones para el Ordenamiento Territorial. Bogotá D.C.: Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca – CAR.