En las últimas semanas hemos aprendido que ningún país estaba completamente preparado para enfrentar una pandemia de la escala y velocidad de la Covid-19. Hasta las economías más avanzadas han cometido errores fatales en su manejo. Ya habrá tiempo para reflexionar sobre el efecto de la crisis en el orden global, pero por el momento, es urgente aprender (y aprender rápido) de los aciertos y errores de otros países.
Es bien sabido que el riesgo de mortalidad por Covid-19 aumenta con la edad y con ciertas comorbilidades de los pacientes. Con razón, los gobiernos han puesto en marcha medidas especialmente estrictas de aislamiento para los personas mayores. Sin embargo, en abril se ha revelado un punto ciego en las políticas: los hogares para personas mayores (HPM). En Europa, estadísticas recientes indican que los decesos por Covid-19 en HPM como proporción de todas las muertes por Covid-19 están en un rango de entre 14% y 64%. En Francia, por ejemplo, se calcula que aproximadamente la mitad de todas los fallecidos por Covid-19 residían en HPM. La cifra es parecida en España, uno de los países que ha estado en el centro de la atención internacional, donde un 52.7% de las muertes corresponden a residentes de HPM. En Suecia la estimación es de aproximadamente el 40% de todas las muertes, mientras que en Estados Unidos es del 20%. En el Reino Unido, donde también hay dificultades para consolidar una cifra oficial de muertes extra-hospitalarias, se han reportado más de 1,000 muertes en HPM, pero una encuesta de una organización gremial National Care Forum pone la cifra en 4,000. La escala de la mortalidad en HPM es tan grave que la metáfora de un agujero negro parece ser más apropiada que la de un punto ciego.
El riesgo es especialmente alto en aquellos hogares con muchos pacientes y recursos precarios, como es el caso de un hogar en New Jersey, en Estados Unidos, con 543 pacientes que ya registraba 70 decesos a mediados de abril. Una investigación periodística encontró que los contagios se facilitaron debido a que los pacientes compartían habitaciones y a la escasez de personal y tapabocas. Según otro estudio citado por Comas-Herrera y colegas (2020), otros factores que han contribuido a la rápida difusión de la enfermedad en HPM son: personal que continuó trabajando a pesar de tener síntomas, personal que trabaja en más de un HPM, debilidades en el uso y disponibilidad de equipo de protección personal y desinfectantes, límites en la disponibilidad de exámenes y dificultad para reconocer los síntomas de la enfermedad.
A estas dificultades se suma la lentitud para detectar estos casos y dimensionar su importancia en el contexto de la pandemia, debida a que en varios países las estadísticas sobre mortalidad por Covid-19 se han enfocado en los decesos hospitalarios omitiendo otros, incluyendo los ocurridos en HPM. Es importante que las autoridades de salud ofrezcan el apoyo necesario a los HPM públicos y privados para evitar que se conviertan en focos de mortalidad.
Para Colombia tenemos muy poca información de los HPM u hogares geriátricos o gerontológicos. No obstante, para Bogotá, gracias a una investigación realizada por el Cider (Pineda, 2018), contamos con información sobre estos centros, que nos permitan estimar elementos de riesgo que enfrentan las personas mayores frente al Covid-19. Después de depurar información de tres diferentes bases de datos, de la Cámara de Comercio de Bogotá, de la Secretaria Distrital de Salud y de las páginas Web que recopilan información de los hogares, se identificaron 616 HPM en el 2013. Para ubicar su dirección y estrato socioeconómico, se lograron georreferenciar 461 hogares de cuidado para personas mayores. Así, el 71% de los hogares se ubicaron en estratos medios 3 y 4, 21% en estrato 5 y el 8% restante entre los estratos 1 y 6.
Con una encuesta a una muestra representativa de 144 hogares pudimos saber que el número de personas mayores residentes va desde cinco a ciento veinte, con un promedio de veinte personas por hogar. Esto significa que para un universo de 616 HPM, podríamos estimar un total de 12.320 personas mayores alojadas en estos hogares para el 2013. Con un crecimiento promedio anual del 3%, para hoy tendríamos unos 15 mil residentes
confinados en cuarentena por el Covid-19. Esta cifra no es muy elevada dado que, bajo un régimen familista, la gran mayoría del cuidado de la vejez en Colombia se realiza en los hogares, es decir, la tasa de institucionalización del cuidado de la vejez, aunque en crecimiento, es aún muy baja.
No obstante, el riesgo de agrupación en los hogares es alto para este grupo de ancianos y ancianas. El 38% de los HPM son entidades sin fines de lucro y 62% pequeños emprendimientos con fines de lucro, que viven de limitados recursos financieros y cuentan con servicios de salud no permanentes (medicina y odontología), es decir, que asisten un día a la semana o cada que sean requeridos. Así, la rotación de este personal que trabaja en más de un hogar constituye un factor de riesgo, en la medida en que potencialmente transmite el contagio. Por su parte, como ya se evidenció en otros países, la disponibilidad de equipo de protección personal y desinfectantes, la limitada capacidad para practicar exámenes y la dificultad para reconocer los síntomas del virus, incrementa el riesgo.
La gran mayoría de las cuidadoras de la vejez en estos hogares son auxiliares de enfermería y otras mujeres no profesionales de apoyo, que llevan sobre sus hombros todo el trabajo de cuidado, con sus dilemas éticos y precarias condiciones de trabajo (Pineda, 2019). Ellas, que constituyen la primera línea de atención diaria de las y los ancianos, en esta circunstancia del cuidado frente a la pandemia, deben ser el centro para revisar las políticas de cuidado hacia la vejez, sobre la base de apoyar las organizaciones sin ánimo de lucro y pequeñas empresas, mejorar las condiciones laborales de las cuidadoras y dignificar a las personas mayores en la última etapa de sus vidas.