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  • La pandemia y los desafíos de la sostenibilidad. Aprendizaje en el día mundial del medio ambiente

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      PANDEMIA DESAFIOS SOSTENIBILIDAD. DÍA MUNDIAL MEDIO AMBIENTE- Cider | Uniandes
Andrés Hernández- Cider | Uniandes
Andrés Hernández
profesor del Cider de la Universidad de los Andes
ahernand@uniandes.edu.co
29/05/2020

El día mundial del medio ambiente nos plantea un reto y es repensar una vez más y con mayor urgencia la pregunta en torno a los desafíos de la sostenibilidad en el actual contexto de la Pandemia.  Ese día fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidades en el año de 1972, coincidiendo con la primera cumbre mundial sobre el medio ambiente[1].  La pandemia de la COVID-19 es un recordatorio de que la salud humana está vinculada a la salud del planeta.  Para poder abordar como se replantean los desafíos de la sostenibilidad en el contexto de la Pandemia es importante acudir a algunos de los conceptos y debates planteados por la literatura sobre desarrollo sostenible, por corrientes y movimientos de ambientalistas y por los acuerdos y cumbres internacionales sobre el medio ambiente.  En este artículo acudiré a tres conceptos y los debates que surgen en torno a ellos: capital natural y desarrollo, incertidumbre y cambio climático y urbanismo sostenible y desigualdad. 

1. Pandemia, capital natural y estilo de desarrollo

Un respiro en la destrucción del capital natural y la necesidad de repensar el estilo de desarrollo.

El primer concepto es el de capital natural que hace referencia al “stock de todos los recursos ambientales y de recursos naturales, desde el petróleo en el suelo hasta la calidad del suelo y las aguas subterráneas, desde el stock de peces en el océano hasta la capacidad del mundo para reciclar y absorber carbono”[2].  De acuerdo con este enfoque, la sostenibilidad se asocia a un desarrollo con capital natural estable en el tiempo.  Los defensores de esta idea señalan que el stock de capital natural no debe disminuir para no poner en peligro las oportunidades de las generaciones futuras de generar riqueza y bienestar, y para no dañar el sistema ecológico (Pearce y Turner 1990: p. 44)[3]

A pesar de existir un consenso mundial en el sentido que "el stock de recursos debe mantenerse constante en el tiempo”; el crecimiento poblacional y la expansión urbana, que caracteriza tanto a los países del sistema capitalista, como a los países de las repúblicas exsocialistas y a los países declarados aun comunistas a nivel mundial, hacen inviable esta aspiración.  El crecimiento exponencial de la población en el planeta alcanzo en el 2017 cerca de 7.300 millones de personas y ha estado acompañado de un rápido proceso de urbanización en todos los continentes y en todas las ciudades del mundo (en la actualidad cerca del 55% de la población vive en las ciudades), lo que genera una presión insostenible sobre los sistemas naturales de soporte.  Las ciudades se han convertido en las principales generadoras de residuos y las principales consumidoras de recursos naturales y energético.

Emisiones de co2 día mundial del medio ambiente - Cider | Uniandes

Estos fenómenos han implicado, no solo un consumo desproporcionado del suelo útil y de energía, sino el incremento de la huella ecológica, es decir, de la cantidad de tierra y agua biológicamente productivas que las actividades humanas, las ciudades, las regiones y la humanidad requiere para producir los recursos que consume y absorber los desechos que genera (Global Footprint Network, 2012).  De acuerdo con los cálculos que realiza la organización Red Global de la Huella Ecológica (Global Footprint Network) desde 1970, cada año el Planeta consume más recursos de los que puede consumir; y cada año que pasa los consumimos más rápido.  Obviamente, la huella ecológica de individuos, de ciudades y de países del primer mundo es mayor que la generada en los países en desarrollo; pero todos generan huella ecológica.  El modelo de funcionamiento capitalista y el modelo de funcionamiento en los países aun llamados comunistas esta ecológicamente endeudado con las futuras generaciones.

La pandemia del coronavirus paradójicamente le ha generado un respiro al Planeta reduciendo la presión sobre el sistema natural:  la parálisis industrial de países como China; principal generador de emisiones de dióxido de carbono CO2 en el mundo (muchas fábricas permanecen inactivas y funcionan a media marcha), la reducción de la frecuencia de vuelos entre distintos países y destinos,  la reducción del tráfico vehicular interno y el encierro obligado en el que se encuentran miles de personas en varias ciudades del mundo han permitido que se reduzca el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero de acuerdo con Lauri Myllyvirta, investigadora del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA).

Los datos que presenta el Global Carbon Project son contundentes: la pandemia del coronavirus ha generado la mayor caída en la emisión de CO2 de la que se tenga registro en la historia.  Como señala Matt McGrath, corresponsal de medio ambiente de la BBC, “Ninguna guerra, ninguna recesión, ninguna otra pandemia, ha tenido un impacto tan dramático en las emisiones de CO2 durante el último siglo como el que ha logrado el covid-19 en pocos meses", como se muestra en la siguiente gráfica:

Emisiones globales de Co2- Cider | Uniandes

¿Qué aprendizaje pueden tener hoy los ciudades grandes y pequeñas, los territorios, las regiones de países en vías de desarrollo de esta experiencia?  En lo fundamental, algo que ya se venía demandando por diferentes actores ambientalistas, agencias internacionales de desarrollo, gobiernos nacionales, regionales y locales: la necesidad de formular políticas nacionales y regionales que transformen las lógicas de crecimiento urbano disperso y que planifiquen el crecimiento poblacional para reducir de esta forma la huella ecológica.  Sin embargo, las coaliciones, los intereses y los poderes de actores económicos detrás de las agencias de desarrollo y de gobiernos locales y nacionales;  el fracaso de las políticas e instrumentos de planeación y ordenamiento del territorio; las demandas y el afán de un consumismo desbordado propio de la forma de vida de las ciudades y de las aglomeraciones urbanas; y la enorme debilidad de los movimientos ambientales y de “los despojados” para cambiar la senda del desarrollo han hecho imposible avanzar en esta dirección. 

La pandemia nos muestra con más fuerza hoy algo que se sabía desde los setentas: seguir el camino de los países desarrollados implica una deuda que no se podrá pagar a las futuras generaciones (generar una huella ecológica que supera la capacidad de carga) y, por tanto, llego el momento de repensar los modelos de desarrollo.  Si aspiramos al modelo económico y a las formas de vida de países como Australia, Estados Unidos, Suiza, Corea del Sur, Rusia necesitaríamos entre 5.4 y 3 planetas tierra adicionales.  Y este desafío, no es solo de los países en desarrollo, es el reto de la sociedad global.

2. Pandemia, Incertidumbre y Cambio Climático

De las incertidumbres asociadas al cambio climático a la incertidumbre asociadas a los efectos de la Pandemia sobre la economía y la democracia. El reto reactivar la economía sin profundizar modelos extractivos y defender las luchas ambientales.

Un segundo concepto relacionado con los estudios y los acuerdos internacionales sobre el tema del desarrollo sostenible es el de incertidumbre y manejo de la incertidumbre asociados a los efectos del cambio climático.  Estudios y conferencias internacionales han demostrado como el cambio climático ha ocasionado alteraciones sobre el medio biofísico, afectando entre otros las masas glaciares, los ecosistemas marítimos y continentales y los recursos hídricos, los que, a su vez, llevan a cambios en frecuencia, extensión espacial y duración de eventos climáticos extremos asociados a la variabilidad del clima.  Frente a esto, en los debates sobre los retos de la sostenibilidad, el tema de la gestión del riesgo ha ocupado un lugar central.  En este campo, se señalan que existen dos tipos de gestión de la incertidumbre, gestión de adaptación o gestión de riesgos: “a) la gestión ex ante, que incluye prevención o reducción de riesgos: acciones para reducir la probabilidad de eventos riesgosos; y b) La gestión ex post incluye afrontamiento de riesgos: acciones tomadas para compensar las pérdidas después de la realización de un evento arriesgado (Mirfenderesk & Corkill, 2009)[4]”;  y en el campo de las políticas públicas se habla de políticas de mitigación y políticas de adaptación. 

A pesar de la ola de científicos y de gobernantes de países desarrollados y en vías de desarrollo que intenta desconocer los riesgos asociados al Cambio Climático, la realidad en las dos últimas décadas ha mostrado que el cambio climático se está acelerando y "plantea riesgos nuevos a menudo fuera del rango de experiencia, como los impactos relacionados con la sequía, las olas de calor, la retirada acelerada de los glaciares y la intensidad de los huracanes ".  En este contexto, y antes de la Pandemia, tanto gobernantes como líderes de las ciudades, regiones y territorios y la agenda urbana y la academia coincidían en una u otra forma en la necesidad de tener, no solo,  una mejor comprensión de “los riesgos que enfrentan las comunidades, los hogares y la infraestructura física urbana” y de “los posibles impactos en el bienestar del hogar y los resultados sociales”; sino en la necesidad de avanzar en la gestión y adaptación del riesgo y en la formulación de políticas públicas de adaptación y de mitigación orientadas a reducir efectivamente la vulnerabilidad comunitaria, familiar y urbana (Heltberg, Ben-nett, & Jorgensen, 2009[5]; UNDP, 2002[6]).  En síntesis, existía acuerdo en que una mayor comprensión sobre la sostenibilidad y el desarrollo sostenible requiere una mejor comprensión de la incertidumbre y los riesgos y avanzar en políticas públicas e innovar en formas de gestión adaptativa. 

La pandemia nos ubica en forma inesperada y abrupta frente a nuevos riesgos y nos amplía el espectro de las incertidumbres  asociadas no solo a los efectos del Cambio Climático,  sino a los efectos que sobre la economía y la política que está teniendo la cuarentena obligada[7]; y esto nos obliga a preguntarnos por las implicaciones que estos nuevos efectos tendrán sobre la sostenibilidad ambiental.  En las siguientes líneas, primero analizare los efectos sobre la economía y la política y luego presentare una breve reflexión sobre las posibles implicaciones de estas nuevas realidades sobre los temas ambientales. 

Respecto a los efectos en la economía y la política que tendrá la Pandemia, aparecen en el debate posiciones de carácter especulativo que anuncian de manera pronta y con poca evidencia, unos, el fin del capitalismo y el surgimiento de la solidaridad y cooperación internacional lo que permitirá enfrentar los retos ambientales; y otros, el fin de la democracia y los derechos civiles y la consolidación de sistemas autoritarios.  En esta línea, autores como Slavoj Zizek; filosofo esloveno de reconocida trayectoria, señala que “la pandemia le ha dado un golpe mortal al capitalismo”, y anuncia que “se acerca una nueva era de comunismo”, una “colaboración global que pueda controlar y regular la economía”, la “derrota del populismo nacionalista” y el surgimiento de “la cooperación internacional”, esta nueva tendencia tendría efectos positivos sobre el ambiente.  En dirección contraria, el filósofo coreano Byung-Chul anuncia que tras la Pandemia “el capitalismo continuara con más fuerza”, y pronostica una “era de regímenes autoritarios”, dado que el virus ha conseguido que la ciudadanía respalde decisiones de mayor vigilancia digital y control policivo por parte del Estado. Afirma que el virus “logro lo que el terrorismo no pudo conseguir: el estado de excepción pasara a ser la situación normal”, termina señalando que no hay condiciones para el desarrollo de la solidaridad y cooperación global dado que el virus nos aísla e individualiza y, en este contexto, cada uno se preocupara por su propia supervivencia.  Estas dos posiciones, reflejan un dialogo con pocas evidencias, de carácter especulativo y con pronósticos apresurados, pues señalar que sucederá después de la pandemia es difícil de preveer. Pero, sobre todo, no analizan las implicaciones de estas tendencias en los riesgos globales sobre la sostenibilidad del planeta.

Para dar cuenta sobre los nuevos riesgos e incertidumbres sobre la economía y la política y sus efectos sobre el medio ambiente, generados por la Pandemia resultan más informativos y útiles los debates y las posiciones que aportan evidencias y datos y que analizan la evolución de lo que está sucediendo. 

Retirada acelerada de los glaciares - Cider | Uniandes

Los riesgos asociados con la economía y sus efectos sobre el medio ambiente 

El riesgo de abandonar la urgencia de los compromisos orientados a un mundo ecológicamente sostenible en el Acuerdo de Paris COP21.

Un primer tipo de riesgo que hay que analizar con evidencia y datos son los efectos de la Pandemia sobre la economía.  Frente a los anuncios del desplome del capitalismo, no hay evidencias del colapso del sistema financiero y de la economía mundial.  La posición de expertos en pronósticos sobre Bigdata y complejas inferencias, como los asesores financieros y las empresas estimadoras de riesgo empresarial han mostrado más cautela que confianza arrolladora, no se apresuran a señalar que vendrá. En esta dirección, si bien, no hay evidencias del colapso del sistema financiero y de la economía mundial; si hay evidencias del impacto que tendrá la pandemia en el crecimiento de la economía, el disparo de la pobreza y la desigualdad. 

En este contexto, resulta más útil preguntarse sobre los efectos que ya tiene y tendrá la contracción económica de los países del primer mundo sobre las diferentes economías de América Latina; y, analizar cómo va a afectar la evolución del precio de los commodities, el impacto de la caída de precios de China y Estados Unidos y la fuga de capitales a las economías en países en desarrollo.  Lo que nos están mostrando esta dinámica es que América Latina, al igual que el resto de los países en desarrollo, se lleva la peor parte como lo muestra indicadores del Bloomberg Economics sobre la evolución de los casos de COVID en el Mundo y sus efectos en la contracción económica:

Casos de covid-19 en el mundo- Cider | Uniandes

La grafica muestra que las previsiones de crecimiento económico en el Mundo para el 2020 son las siguientes: China 3.0, el mundo 1,20 %, Europa 2,30, y el resto del mundo -3% y -4%.  En América, las previsiones son EUU 1% y AL entre -1.8% y el -4%; a lo que hay que sumarle la caída de la actividad económica con los principales socios-comerciales de la región.

Por otro lado, de acuerdo con el informe especial de la CEPAL sobre los efectos del COVID 19, la pobreza extrema en América Latina va aumentar 3,5% de 185 millones a 209,6 millones como lo muestra el siguiente cuadro que analiza la evolución de la pobreza y extrema pobreza en el 2020 en número de personas y porcentajes:  

América Latina y pobreza - Cider | Uniandes

Efectos de la crisis económica sobre el medio ambiente.

La pregunta y la incertidumbre que surge es, entonces, cuáles serán las soluciones que se darán a esta crisis económica en el mediano y largo plazo y cuáles serán los efectos que estas soluciones tendrán en el medio ambiente.  Sin pretender dar respuesta a esta pregunta, en las siguientes líneas solo se plantean algunos efectos inmediatos. El debate antes de la crisis se centraba en los efectos del desarrollo económico, el crecimiento económico, el consumo de carbón y la apertura comercial sobre las emisiones de CO2; Colombia, al igual que el resto de Países de la región firmaron el Acuerdo de Paris COP21 con fuertes compromisos orientados a un mundo ecológicamente sostenible y con metas fijadas en un periodo de cumplimiento entre el 2020 y 2030. Como señala Manuel Rodriguez: el Coronavirus cobro la primera víctima: “la conferencia de las partes sobre el cambio climático que debería celebrase en Glasgow en noviembre fue aplazada (El tiempo. 5 de abril)”.   ¿Qué implica esto?, ¿Qué efectos tendrá?  El riesgo en el corto y mediano plazo es que pase a un primer plano la preocupación por recuperar la economía a costa de los compromisos por cambiar el estilo de desarrollo y por avanzar en medidas efectivas de lucha contra el cambio climático; y que se consoliden los discursos y las fuerzas económicas y políticas que, no solo se resisten a fortalecer las políticas de mitigación y adaptación al cambio climático; sino que refuerzan la necesidad de profundizar en la economía de carácter extractivo[8]

Los riesgos asociados con las libertades y derechos civiles y sus efectos en el medio ambiente.  El debilitamiento de las movilizaciones ambientalistas.

Un segundo tipo de riesgo es el efecto de la Pandemia sobre las libertades y los derechos civiles y políticos y sobre el funcionamiento de la democracia.  En este terreno, algunos señalan que la lucha contra la Pandemia implica el riesgo de surgimiento de un nuevo tipo de autoritarismo, dado que el control de la expansión del virus restringe la libre movilidad de las personas, normaliza la situación excepcional, amplia el poder de la policía bajo la promesa del regreso a la normalidad.   En esta dirección, los argumentos a favor del Autoritarismo han resurgido con fuerza: China en representación del mismo a nivel global promociona el éxito de la rápida y agresiva estrategia de confinamiento para limitar la difusión del virus, al igual que otros sistemas autoritarios como Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwan quienes han gestionado la crisis con igual eficacia.  En Hungría, el presidente Victor Orban quien venía limitando los contrapesos democráticos, persiguiendo a la oposición y reprimiendo a los medios de comunicación logro la aprobación en el parlamento una enmienda legal que autoriza al ejecutivo a gobernar por decreto por tiempo indefinido para luchar contra el coronavirus[9].  Con los nuevos poderes el ejecutivo, Orban puede emitir decretos y decidir cuándo paso la situación de emergencia, suspender leyes y bloquear informaciones que obstaculicen o imposibiliten la defensa frente al virus, aplicar penas hasta de 5 años de cárcel para los infractores.  Algunos diputados de la oposición señalan que se trata de un golpe de estado (El periódico 30/03/2020).  

En este contexto, la defensa de los regímenes autoritarios acude al argumento que las democracias han actuado con falta de previsión, tardíamente; y que el hecho de ser sistemas basados en la autonomía y libertad individual lleva a que la gente pueda malinterpretar su libertad y resistirse al confinamiento; a diferencia de los sistemas autoritarios donde existe la tradición de conformidad y deferencia hacia la autoridad.  Lo cierto es que la evidencia muestra que la democracia sigue con fuerza a pesar de la existencia de respuestas diferentes.  El desempeño de las diferentes democracias ha mostrado la importancia de los contrapesos, del pluralismo, del sistema de partidos, de la libertad de prensa y de la rendición de cuentas por parte de los elites y poderes que gobiernan.  En aquellos países en que los gobiernos democráticos y sus líderes desestimaron la gravedad del virus, contradijeron la opinión de expertos, se demoraron en tomar medidas, y respondieron bajo lógicas populistas, desarrollistas o autoritarias y narcisistas, como es el caso de Estados Unidos, Brasil, México, España, y Reino Unido; estos perdieron la confianza del público y han visto reducido su poder.  También se han enfrentado a los contrapesos de los cuerpos de elección popular y los gobernantes de niveles locales que toman decisiones en sentido contrario.  Las democracias liberales también han mostrado líderes y lideresas que reconocieron la escala del desafío, actuaron en forma oportuna, adoptaron un estilo de comunicaron claro, franco y transparente y apelaron al sentido de responsabilidad de los ciudadanos para explicar la primacía del cuidado de la salud sobre la libertad de movilidad y tomaron decisiones con fundamento científico. Este estilo de gobierno y manejo democrático de la crisis produjeron resultados efectivos en el control del virus y prevención de su expansión; sin alejarse de los principios democráticos[10].  Como señala Shilomo Ben Ami exministro de asuntos exteriores de Israel:

“En una democracia, una crisis es una prueba política: el líder debe mantener o fortalecer la confianza del público, o se arriesga a que no lo voten en las elecciones siguientes; mientras que, en una autocracia, una crisis es una amenaza a la legitimidad del régimen, de hecho, a su supervivencia (El Tiempo 24/05/2020)”.

Pero desde una perspectiva preocupada por la relación entre sostenibilidad y derechos civiles y políticos, es necesario preguntarse también por los efectos que tienen las restricciones de los derechos civiles y políticos en el medio ambiente y en particular en la consolidación o debilitamiento del movimiento social ambiental, del ambientalismo, o de una ciudadanía ambiental que disputa y confronta el modelo de desarrollo extractivista y el crecimiento urbano que degrada el medio ambiente y destruye las formas de vida rural.  Si bien, el derecho a la vida se plantea por encima de las libertades individuales de movilización, el efecto no deseado de la expansión del virus y de las restricciones sobre las libertades civiles es la contención y restricción de las luchas ambientales y es la reducción de la participación y movilización ciudadana en defensa del medio ambiente. 

Por esta razón, hay que mirar los efectos de la Pandemia más que en el debilitamiento de las democracias liberales y sus contrapesos, en el debilitamiento de las luchas ambientales.  Y, los efectos negativos, se pueden evidencias en países con conflictos armados o en procesos de reconciliación.  Es el caso de Colombia; país que en pleno periodo de Pandemia se ha mantenido y en algunas regiones han crecido los casos de abusos de poder y violación de derechos civiles y políticos.  En el periodo de la Pandemia en Colombia, se ha mantenido el asesinato de líderes sociales que defienden territorios colectivos y formas de vida campesina, que se oponen a formas extractivas de desarrollo y que defienden el agua y la biodiversidad.

Formas de vida campesina - Cider | Uniandes

3.  Pandemia, urbanismo sostenible y desigualdad. 

Desigualdad y el mito del urbanismo sostenible.  El reto de repensar los componentes de la matriz del “urbanismo sostenible”.

El tercer concepto que nos permite reflexionar sobre los retos de la sostenibilidad en el contexto de la Pandemia es el de Ecourbanismo (eco-ciudad, ecología urbana).  En términos generales, el ecourbanismo se puede definir como la gestión de asentamientos humanos teniendo presente todos los aspectos medioambientales que comporta la ocupación de un territorio, para obtener zonas urbanizadas ambientalmente respetuosas. La Pandemia ha evidenciado la crisis de legitimidad del discurso y de las políticas del ecourbanismo o urbanismo sostenible.  Por un lado, la pandemia saca a la luz las situaciones de hambre, abandono y de hacinamiento de amplios sectores de la población en las ciudades y sus periferias, desnuda las profundas desigualdades urbanas y pone en evidencia que el discurso y las políticas del urbanismo sostenible siguen siendo un mito defendido por elites políticas, técnicas, académicas y empresariales con poca capacidad de revertir estas desigualdades. Por otro lado, la Pandemia plantea la necesidad de repensar los elementos de la matriz de “formas urbanas sostenibles” que se defiende desde las disciplinas del urbanismo y en las agendas urbanas globales; y plantea un nuevo reto: como las ciudades enfrentan las pandemias.  En publicación del CIPER.CL, Margarita Greene y Juan Carlos Muñoz señalan en forma acertada que la Pandemia ha supuesto “una crisis para todos quienes hablamos de sustentabilidad urbana (CiperAcadémico 2020)”.  

Las resistencias sociales al confinamiento evidencian las desigualdades urbanas y el fracaso del urbanismo sostenible en periferias y espacios periurbanos de ciudades

En el contexto de la agenda urbana global, expertos en urbanismo, demografía y arquitectura creen y defienden en forma ferviente el diseño e implementación de modelos sustentables de ciudad que sostengan el crecimiento exponencial de las grandes urbes y garanticen la inclusión y el mejoramiento de la calidad de vida.  En las dos últimas décadas, el proceso de expansión urbana en Colombia y en América Latina ha traído la consolidación del discurso de Ecourbanismo o Urbanismo sostenible plasmado en un amplio desarrollo normativo y familias de políticas de planeación urbanas y territoriales basadas en el principio del equilibrio entre medio ambiente, desarrollo urbano y calidad de vida.  También, ha implicado la emergencia de una nueva generación de líderes y políticos de gobiernos nacionales y locales que divulgan este programa, el surgimiento de una estructura organizativa de programas y apuestas académicas y de una nueva elite de técnicos expertos en el tema, y el protagonismo de empresarios que comparten la agenda del urbanismo sostenible.  Se puede hablar de un consenso global, tanto en el norte como en el sur, en torno a la utopía del urbanismo sostenible; y hay que recordar que el poder del pensamiento utópico es su capacidad inherente de ver el futuro en términos de formas y valores radicalmente nuevos (Geus, 1999). 

Las resistencias sociales a aceptar la cuarentena como medida para reducir o contener el riego de la Pandemia en las periferias de las ciudades por parte de numerosos y extensos grupos y clases sociales; al igual que las manifestaciones, levantamientos, protestas urbanas de fines del 2019,  muestran que el discurso, la agenda y las políticas del “Urbanismo sostenible” no han logrado superar y ni transformar las desigualdades y fragmentaciones urbanas, modificar los desequilibrios en las relaciones urbano-rurales[11]. Y, aún menos, reducir las asimetrías de poder entre los diferentes actores estatales y no estatales en la configuración de las ciudades y sus relaciones con los entornos regionales y rurales. 

El Instituto de Recursos Mundiales, en su informe hacia una ciudad más igualitaria, deja claramente expuestas las razones que impiden a los grupos y clases sociales excluidas y a los territorios segregados acoger las directrices de recluirse y entrar en cuarentena:  

“Más de mil millones de personas viven en barrios marginales y asentamientos informales en todo el mundo. En las ciudades en desarrollo, entre el 50 y el 80 por ciento del empleo es informal. Muchas de estas familias viven al día y habitan en vecindarios con una alta densidad poblacional y con un acceso pobre a servicios básicos. Muchos no tienen cuentas bancarias, contratos laborales o algún tipo de seguro. En resumen, carecen de los recursos para obedecer las órdenes de confinamiento y sobrevivir”.

… “la falta de acceso a servicios esenciales como el agua, la vivienda y la salud han complicado (si no hasta imposibilitado) que miles de millones de las personas más vulnerables cumplan a cabalidad con las medidas para disminuir la velocidad de propagación del COVID-19”.

La estrategia de la cuarentena y del cuidado, a pesar de haber mostrado en países y ciudades que lo adoptaron ser estrategias efectivas para reducir la velocidad de propagación de la enfermedad, también desnudaron y visibilizaron las difíciles condiciones sociales y económicas que viven muchos ciudadanos en periferias de ciudades y en entornos regionales y rurales; factores que explican la resistencia a las recomendaciones de “quedarse en casa”. En estas condiciones los estallidos sociales empiezan a ser la consecuencia inmediata del Covid-19, la inestabilidad social que está provocando el coronavirus puede ser igualmente pandémica si no se transforma el modelo de desarrollo y se implementan medidas redistributivas en el corto y mediano plazo.  Los grupos y clases sociales excluidos, los desposeídos en ciudades y territorios urbanos en condiciones de hambre y opresión pueden transitar de la cuarentena a los saqueos, los robos, la ira e insatisfacción, el estallido social y a la ruptura del orden social como respuesta acumulada a las condiciones de desigualdad.

Desigualdades urbanas- Cider | Uniandes

El nuevo debate en torno a la Matriz de la Forma urbana sostenible y a las condiciones para fortalecer la capacidad de resiliencia.

Por otro lado, la Pandemia desafía varios de los componentes de la matriz de lo que se considera “formas urbanas sostenibles” y plantea la pregunta por el perfil y el tipo de ciudades y regiones urbanas del futuro.    Ja-bareen (2006) sugiere un conjunto distintivo de siete conceptos para dar cuenta de “formas urbanas sostenibles” en tanto contribuyen a las estrategias de adaptación al cambio climático. De acuerdo con el modelo propuesto, la forma urbana sostenible es la que tiene una alta densidad y diversidad adecuada, es compacta con usos mixtos del suelo, y su diseño se basa en el transporte sostenible, la ecologización y la energía solar pasiva[12].  Esta forma urbana permite según los urbanistas construir una sociedad con mayores oportunidades de supervivencia, avanzar hacia la sostenibilidad y ganar capacidad de resiliencia.

Un primer componente de la matriz de la forma urbana sostenible que esta hoy en debate a partir del confinamiento es el ideal de ciudad densa.  Según algunos urbanistas, la Pandemia pone en cuestión el ideal de ciudad densa como modelo urbano en la medida en que, a mayor densidad, mayor probabilidad de contagio (Green y Muñoz 2020).  Estos investigadores señalan lo siguiente:

“en el caso del Covid-19 hemos visto que la densidad puede constituirse en un factor problemático. En efecto, los espacios comunes como accesos, ascensores y el mismo transporte público, pueden facilitar el contagio. Asimismo, soluciones habitacionales que permiten alta densidad, como los departamentos, hacen más difícil sobrellevar un período de cuarentena, especialmente para familias numerosas”.

Pero no solo académicos están cuestionando el modelo urbano de ciudad densa, también lo están haciendo líderes y gobernantes de las principales ciudades afectadas.  Andre Cuomo, gobernador del Estado de Nueva York, manifestó que «la densidad es un error, es insensible, arrogante, autodestructiva, irrespetuosa».  Independientemente, de si su afirmación es coyuntural para justificarse ante el hecho de que su estado encabezaba el 'ranking' mundial de contagios y muertos; lo cierto es que la Pandemia pone en el centro del debate el tema de la densidad apropiada y su efectividad para avanzar en ciudades sostenibles e incluyentes[13]

Para responder a estas críticas, es importante recordar los argumentos a favor de ciudades densas y preguntarse si se trata de un ideal que este efectivamente siendo cuestionado, o por el contrario sigue siendo válido.  La defensa de modelos urbanos densos está relacionada con la idea de menores distancias de desplazamiento (la ciudad dispersa incentiva el uso de transporte individual y los centros comerciales, la gente tiene que desplazarse para ir de comprar, para ir a trabajar, para llevar a sus hijos a la escuela), con la existencia de un espacio público más diverso y vibrante,  con la utilización de transporte público; con usos múltiples y pequeños comercios de proximidad; con menor consumo energético y emisiones de gases de efecto invernadero.  También, se considera que las densidades urbanas relativamente elevadas posibilitan mejorar la salud y la calidad de vida a menor costo ambiental.  Frente a estos argumentos, resulta difícil plantear como alternativa un modelo de desarrollo urbano disperso que amplié la distancia física entre los ciudadanos a través de la expansión de suelos suburbanos o de autorización de cambios de uso de suelo rural para viviendas urbanas; este tipo de desarrollo urbano, fomenta la segregación social y consume gran cantidad de recursos naturales.  De otro lado, es un error también, cuestionar el ideal de ciudades densas  con el argumento que son propensas a la expansión del virus, en tanto se pueden presentar evidencias que desmientan categóricamente que mayor densidad implique mayor contagio[14].

¿Cuál es, entonces, el cuestionamiento que la Pandemia y la cuarentena plantean a la defensa de modelos urbanos densos?  La discusión gira en torno a la densidad en entornos y hábitats pobres y de periferia, debate que ya se venía dando.  La densidad que se cuestiona es aquella asociada a entornos pobres, con déficits habitacionales y altos niveles de hacinamiento, con bajos niveles de espacio público y de zonas verdes y con déficits de equipamientos; dado que densidades altas en estos entornos son los que pueden potenciar la vulnerabilidad.  Como señala Ómar Oróstegui, director del programa Bogotá Cómo Vamos en Bogotá, “No solo es un problema de densidad y hacinamiento, sino de la calidad de la vivienda (como unidades sanitarias y cocina, materiales de construcción, ventilación y acceso a servicios públicos), que están asociadas a pobreza”.  En este contexto, cada día son más cuestionables los modelos de vivienda capitalistas e “inmobiliarios” que piensan en altas densidades y pocos metros cuadrados, en tanto no solo son “inhumanas” sino que implican hoy en día mayores riesgos.

En este contexto, la densidad vuelve a convertir a las ciudades en focos de contaminación si está asociada a condiciones de hacinamiento, pobreza, hábitats degradados, déficits de espacios públicos y de equipamientos.  Este tipo de densidad se asocia con el riesgo de expansión del virus y de enfermedades infecciosas. De todas formas, independientemente de la densidad, la crisis sanitaria ha evidenciado las mayores vulnerabilidades de las ciudades -más del 95% de los contagios se han producido en zonas urbanas según ONU Hábitat.

Un segundo componente de la matriz de la forma urbana sostenible que se discute hoy es el de la movilidad sostenible.  La Pandemia tuvo como primer efecto reducir drásticamente el tránsito y lo movilidad. La cuarentena y la necesidad de evitar la propagación del virus ha obligado a establecer nuevas reglas de funcionamiento de los sistemas públicos de transporte y a profundizar las propuestas de movilidad sostenible. Tanto en Bogotá como en Madrid se han definido medidas orientadas a restringir el uso del transporte público hasta un 30% de su capacidad para evitar la difusión del virus. Y los gobiernos locales hacen llamados a mantener el teletrabajo lo máximo posible, a reorganizar los turnos de trabajo y a escalonar la entrada y salida a los trabajos para no sobrecargar los sistemas públicos de transporte y evitar que los viajeros se concentren en los turnos de horas pico, es decir, de 7 a 9 am.  Los holandeses han iniciado la instalación de trenes más largos y anchos; en la gran mayoría de las ciudades han habilitado sendas para ciclistas, entre otras medidas.  Como señala David Governeur, arquitecto venezolano, “las ciudades carrocéntricas no van más. Gano el peatón y el espacio dedicado a los vehículos no se necesita más”.

De otra parte, la disminución drástica del tránsito y las políticas de confinamiento han implicado la reducción de la contaminación del aire y de los accidentes de tráfico como datos positivos. Por ejemplo, en Bogotá como resultado de las medidas preventivas y restrictivas permitió que la contaminación del aire se redujera en un 47%. Esto debido a que el 79% de la contaminación de la ciudad la producen los vehículos, el otro 21% lo producen las fábricas que consumen petróleo, carbón o gas[15].  De esta forma, la pandemia mostró que respirar aire limpio es posible si se hace a un lado la movilidad privada. La mala calidad del aire es un coctel para las enfermedades respiratorias y justo cuando llego la pandemia estábamos en las peores condiciones.   Ahora con la pandemia se tienen indicadores que hace tiempo no se tenían, unas mejoras considerables y esto tienen que volverse una prioridad y se debe tomar en serio.

Hay que transformar todas las actividades contaminantes.

Finalmente, hay que señalar que la pandemia pone sobre la mesa, de nuevo otros componentes de la matriz de urbanismo sostenible:  a) la inclusión social.  ONU Habita ha afirmado que el “impacto de la Covid-19 será más devastador en zonas urbanas pobres y densamente pobladas, especialmente para los 1000 millones de personas viviendo en asentamientos informales y barrios marginales de todo el mundo y los 2400 millones de personas sin acceso adecuado a agua potable y saneamiento (ONU-Hábitat 20/3/2020)”.  Como ya se señaló el confinamiento solo ha sido posible en los barrios de mayor poder adquisitivo, pero no en barrios de periferia con familias que viven en habitaciones de cuatro por cuatro; b) usos múltiples y ciudades multicéntricas, para que los niveles de movilidad sean menores; de usos múltiples y que en la proximidad se resuelvan la mayor cantidad de asuntos cotidianos de las personas y; iii) seguridad y soberanía alimentaria. Uno de los retos hacia nuevas relaciones urbano-rurales implica un cambio radical en la manera en la que nos alimentamos.

Las ciudades y la nueva relación con el campo implican garantizar la seguridad alimentaria.  Según la FAO esta se consigue cuando “todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficiente alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”.  Por ello, hoy más que nunca el fortalecimiento de la producción agraria y formas de vida campesina, las huertas urbanas orientadas a combatir el hambre y la malnutrición.  Hay que aprender de ciudades que han avanzado en este campo. Una de ellas Todmodern un pueblo de la campiña británica con 15000 habitantes que logró ser autosuficiente alimentariamente.  Impulsó un proyecto de producción de agricultura colectiva, la idea es sembrar alimentos en espacios públicos, plantar alimentos gratis para la comunidad, apoyar y promover a los granjeros y agricultores locales y desarrollar una red educacional que involucre a los jóvenes y ciudadanos. 

En síntesis, la planificación urbana, la arquitectura y el urbanismo en general, deben repensar los componentes de la matriz de urbanismo sostenible a partir de hacer las ciudades más resilientes a la nueva amenaza: las pandemias.  Esto no implica olvidar que los retos principales de las ciudades siguen siendo, entre otros los siguientes: la disminución de las desigualdades y la segregación urbana; el freno de la degradación ambiental y la gestión de las incertidumbres asociadas al cambio climático y con el cambio del modelo. 

Transporte sostenible - Cider | Uniandes

 


[1] El Día Mundial del Medio Ambiente fue establecido por la Asamblea General de Naciones Unidas, en su Resolución (XXVII) del 15 de diciembre de 1972 con la que se dio inicio a la Conferencia de Estocolmo, Suecia, cuyo tema central fue el Ambiente. También fue entonces cuando se aprobó la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). De esta forma, se lleva celebrando de forma ininterrumpida desde el 5 de junio de 1973.

[2] El capital natural representa el “nivel de consumo de los activos ambientales y de recursos naturales” que se utiliza para el desarrollo. Mantener el capital natural constante es un criterio importante para la sostenibilidad.

[3] Pearce, D., & Turner, R. K. (1990). Economics of natural resources and the environment. Baltimore: Johns Hopkins University Press.

[4] Mirfenderesk, H., & Corkill, D. (2009). Sustainable management of risks associated with climate change. International Journal of Cli-mate Change Strategies and Management, 1, 146-159.

[5] Heltberg, R., Paul, B. S., & Steen L. J. (2009). Addressing human vul-nerability to climate change: Toward a ‘no-regrets’ approach. Global Environmental Change, 19, 89-99

[6] UNDP—United Nations Development Programme (2002). Human de- velopment report 2002: Deepening democracy in a fragmented world. New York: Oxford University Press.

[7] Pero se podría decir que las salidas a las nuevas incertidumbres tienen que ayudarnos a enfrentar el cambio climático.

[8] En Ecuador, por ejemplo, el ministro de Energía y Recursos Naturales No Renovables ecuatoriano, René Ortiz, en declaraciones dadas el pasado 7 de Mayo señalo que ve ese nuevo sector de explotación del país como una de “las principales fuentes de divisas a aprovechar, en particular ahora que el precio del petróleo está en decadencia en el marco de la crisis del coronavirus”.

[9] La propuesta ha sido apoyada por 137 diputados del partido gobernante, el Fidesz, y de la formación de extrema derecha Nuestra Patria, mientras que otros 53 opositores han votado en contra (El periódico 30/03/2020).

[10] Los casos más visibles y rescatables son, entre otro, los siguientes: Angela Merkel de Alemania, Jacinda Arden de Nueva Zelanda, Sanna Marin en Finlandia, Katrin Jacobsdottir, Claudia Lopez en Bogotá-Colombia y Erna Solberg en Noruega.

[11] Los actores y las elites que defienden esta agenda programática y utopía a nivel local y regional (gobiernos, políticos y universidades) gozan de poca legitimidad en aquellos espacios, habitats y territorios de periferia de las grandes urbes y de ciudades intermedias y pequeñas. Se puede señalar que la agenda del Urbanismo sostenible experimenta una crisis de legitimidad.

[12] Jabareen, Y. (2006). Sustainable urban forms: Their typologies, models, and concepts. Journal of Planning Education and Research, 26, 38-52.

[13] Margarita Greene y Juan Carlos Muñoz plantean la siguiente pregunta: ¿Cuál es entonces la densidad apropiada para promover el encuentro social, sostener el comercio de barrio y posibilitar la movilidad activa, y que al mismo tiempo no se constituya en fuente de contagio en caso de pandemias?”.

[14] Recordemos que “el foco de infección en Italia o Alemania comenzó en áreas periurbanas. En ciudades hiperdensas como Seúl, Hong Kong o Tokio el virus está bajo control. Y en Manhattan aun siendo más densa, hay menos contagios que en Queens, justo al otro lado del río (Capella Julli. ¿deben seguir siendo densas las ciudades? El Periódico. 22/04/2020)”.

[15] “La Red de Monitoreo de Calidad del Aire de Bogotá, IBOCA, reportó una disminución del 28, 59 y 56 por ciento en las estaciones de Carvajal – Sevillana, Fontibón y Kennedy, respectivamente.  En estas localidades se presentan altos niveles de contaminación asociados al tránsito de vehículos de carga y a la ubicación del sector industrial  (Colombia.Com  19/2/2020).

 

 

 

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