*La fuente principal del presente artículo es la investigación realizada por la autora en su trabajo de grado de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo titulada Profesionalización precaria, movilidad social y barreras institucionales de género en el fútbol profesional femenino colombiano
Hace unas semanas la Selección Femenina de Fútbol de Colombia logró un hito histórico para el deporte femenino en el país. El equipo logró llegar a cuartos de final de la Copa Mundo después de pasar por una fase de grupos y un partido de octavos de final que se caracterizaron por el ritmo, las habilidades técnicas y el empuje físico. Las jugadoras, además, lograron lo que hasta el momento solo habían logrado los hombres, poner al país entero a hablar de fútbol durante un Mundial. Las veintitrés jugadoras convocadas y el cuerpo técnico le recordaron a Colombia por qué vale la pena apostar por el fútbol femenino.
Leicy Santos, Catalina Usme y Linda Caicedo son algunos de los nombres que se escucharon durante el último mes en las noticias deportivas y en las redes sociales. Todas ellas hoy caminan en los hombros de jugadoras como Myriam Guerrero, Patricia Vanegas, Manuela Acosta, Isabella Echeverri y Melissa Ortiz que han luchado por los derechos de las mujeres en el fútbol desde años atrás. Con el impacto del desempeño de la Selección podría decirse que esta lucha está llegando a su fin, sin embargo, queda mucho por hacer en el fútbol femenino en Colombia, particularmente, en las condiciones de profesionalización de la Liga.
El primer punto relevante para estudiar más de cerca las condiciones de profesionalización de las mujeres en el fútbol es la duración actual del torneo femenino. Hasta la fecha ninguna edición de la Liga femenina ha tenido una duración mayor a cinco meses y fue solo hasta este año cuando la fase grupos logró garantizar a las jugadoras un mínimo de 16 partidos en la Liga. Esta situación, si bien puede verse como una acción positiva por la presencia de una Liga Profesional, ha consolidado una estructura de torneos aficionados que resulta altamente desigual con el esquema masculino que tiene un mínimo de 20 partidos dos veces al año en donde a las jugadoras no les mantienen un contrato u otro tipo de vinculación laboral durante la mayoría. Adicionalmente, este escenario resulta altamente problemático en términos de preparación física de las jugadoras.
Sobre este último tema, las jugadoras han reconocido que la estructura de la Liga corresponde a una “liga de choque” en donde no hay suficiente tiempo de preparación ni dinámicas que garanticen el mantenimiento de la preparación física. Esto tiene como consecuencia el retiro de las jugadoras a edades tempranas entre los 28 y 32 años que representa una diferencia de aproximadamente 10 años con la edad de retiro usual de los jugadores de fútbol masculino.
Por otro lado, uno de los aspectos de mayor importancia en la visibilidad que ha obtenido el fútbol femenino a partir de la Copa Mundo es la representación de las mujeres en el fútbol en un entorno donde las jugadoras profesionales han reconocido que de niñas les “tocó soñar en abstracto” porque no existían referentes que las motivaran a seguir este camino profesional. Sin embargo, esta representación no se limita al campo de juego ya que la composición del Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol está conformada únicamente por hombres, lo que dificulta una representación de las mujeres en los órganos de decisión institucionales que reglamentan el fútbol femenino y pueden generar procesos de cambio.
De las situaciones generales que se han presentado, es posible afirmar que el ejercicio profesional de las jugadoras se encuentra con diferentes barreras, usualmente institucionales, que consolidan una profesionalización precaria que está atravesada por condiciones desiguales en razón del género. En 2021, Fernando Jaramillo presidente de la Dimayor, rechazó recursos del Ministerio del Deporte afirmando que el fútbol femenino debe ser sostenible en el tiempo con financiación propia, sin embargo, son pocas las acciones de la Dimayor que implican un fomento a esta modalidad del deporte que, por encontrarse en una etapa inicial y tener dimensiones de género, requiere apoyo institucional.
La pregunta que queda abierta entonces es ¿cuándo mucho será suficiente? Las jugadoras ya han jugado siete ligas sin ningún tipo de estabilidad laboral o certeza de continuidad, la Selección Colombia fue la única selección sudamericana en pasar a cuartos de final de la Copa Mundo y un equipo colombiano fue campeón de la Copa Libertadores Femenina, entre otros hitos que quedan sin mencionar. A pesar de esto, aún no es suficiente. La Liga todavía no tiene una estructura que elimine la precarización laboral de las jugadoras y no existen planes a corto plazo para cambiar su estructura. El llamado entonces es a las instituciones del fútbol en Colombia a que reconozcan que se ha recorrido un camino muy largo donde ya fue suficiente y es hora de garantizar derechos y equidad a las mujeres en el fútbol profesional colombiano.