Nariño, Cauca y Chocó bajo emergencia. Antioquia también. Lo mismo pasa con Montes de María y el Magdalena Medio. La lista es extensa y se extiende a otras geografías nacionales. Volvieron las masacres. Continúan los asesinatos e incluso las desapariciones. Según el Observatorio de Conflictos, Paz y Derechos Humanos de Indepaz, solo en el 2020 se han cometido 53 masacres. El 7 de septiembre ocurrieron tres que dejaron 12 víctimas en 24 horas en El Carmen de Bolívar y Simití, en Bolívar; y en Zaragoza, Antioquia (El Espectador, 8 de septiembre 2020).
Casi cuatro años han pasado desde la firma del Acuerdo y una de las brújulas que indicaba como avanzar hacia la construcción de paz, el Acuerdo mismo, se ha desdibujado en la paz con legalidad, en una menor inversión presupuestal y en una débil implementación de los distintos puntos del Acuerdo y de las disposiciones de género y étnicas.[1] A esa dura realidad se suma el negacionismo estatal frente al conflicto armado, la violencia sociopolítica y la responsabilidad que le cabe en la larga historia de violencia que hemos vivido. Ese negacionismo toma distintas formas, una reciente es la que pretende desconocer la existencia de las masacres nombrándolas como “homicidios colectivos”.
El uso de eufemismos y el renombramiento de las manifestaciones de la violencia no es nuevo en nuestra historia reciente. Busca restarles importancia a los hechos de violencia, desconocer las duras realidades por las que pasa el país y evitar rendir cuentas sobre esta situación frente a organismos veedores y de aplicación de justicia nacionales e internacionales. La gravedad de este desvío conceptual es que además de todo lo anterior le resta importancia ética y moral a la violencia y la muerte de “ciertas personas” y busca enmascarar la profunda indolencia e inoperancia de los gobiernos de turno.
Es innegable el respiro en términos de violencia que vivió el país durante el proceso de paz. Con esa Colombia transcurrió parte de la adolescencia de los estudiantes de pregrado y posgrado que hoy estudian sus carreras en distintas universidades. A ellas y ellos el Estado colombiano y en parte la sociedad les prometió seguir creciendo y consolidando sus proyectos de vida en medio de una construcción de paz que sabemos no es fácil, pero que es opción de vida.
Desde el 2016 esa posibilidad se tornó aún más compleja, pero seguía siendo parte del horizonte de posibilidad. Por eso tantos jóvenes y en general colombianos y colombianas salimos a la calle a decir la Paz va, Acuerdo ya. Con que unos pocos queramos la paz debería ser suficiente como mandato ciudadano para hacer de ella una exigencia ética, de vida y de posibilidad de futuro a cualquier gobierno sea del corte político que sea; y esos gobiernos deberían (deben) estar en la obligación de escucharnos. Sin embargo, no es así y hoy esa promesa y esa posibilidad parecen diluirse, irse como el agua entre las manos.
En las semanas que han corrido de este semestre no hay clase, sea de pregrado o maestría, en la que los estudiantes no se refieran a la violencia que estamos viviendo, muestren su tristeza y desencanto y su solidaridad con quienes son las nuevas víctimas. No es justo que nuevas generaciones tengan que seguir creciendo en un país marcado por la violencia y que esa violencia siga siendo desproporcional con la población que ha sido más vulnerada en todo el proceso de construcción del Estado-nación: los indígenas, la población afro, los pobres, las mujeres, el pensamiento y el quehacer alternativo. Frente a un clima tan adverso a la paz e indolente no queda más que seguir con la terca subjetividad que se afinca a la vida, la esperanza y la no violencia. Desde allí emerge la necesidad de una paz transformadora que no claudica en la esperanza de construirla.
Esa paz en el mediano y largo plazo busca transformar las condiciones estructurales de la violencia, al tiempo que en el corto y el mediano quiere dejar sentadas las bases para un cambio cultural, de pensamiento, subjetivo y político de relacionamiento entre las y los colombianos. Una paz transformadora pone el acento en el necesario cambio social que debe darse en distintas esferas de la vida cotidiana para no renunciar a la paz como principio ético, y reconoce que la transformación se alcanza desde distintos ámbitos interrelacionados: la calle, la política, los partidos, la academia, la casa, los movimientos sociales, las comunidades étnicas, los territorios y la dimensión nacional. Es una paz que aspira a transformar la sociedad, pero que también sabe que solo será posible hacerse real desde la transformación misma. Esta es una paz colectiva, callejera, de movilizaciones ciudadanas y culturales que debe dejar de ser promesa para ser encarnada como posibilidad.
En esa paz, y frente a un Estado que como plantea Bourdieu (1993) nos indica cómo pensar e incluso como conceptualizar al propio Estado, resulta fundamental un pensamiento crítico que además sea propositivo, ético, esté anclado a la no violencia como principio y se haga responsable del acontecer nacional. Un pensamiento movilizador y transformador que en un escenario como el colombiano no tiene de otra que ser imaginativo. Nuevas y viejas generaciones podemos encontrarnos en la paz transformadora como posibilidad. Ese encuentro requiere de un ingrediente importante: imaginación. En Colombia estamos desde mitad del siglo pasado intentando vivir en paz y no lo hemos logrado. Tanto los qué como los cómo y los para qué de esa paz que tantos tanto anhelamos requieren ser repensados para encontrar que nos puede funcionar mejor ahora que la paz viene en picada y la violencia está en aumento.
Un escenario de posibilidad para esa paz transformadora es la Semana por la Paz, Día Paíz y la #CátedraDePaz, estas dos últimas iniciativas estudiantiles de la Universidad de los Andes donde el diálogo y la escucha profunda tienen lugar entre voces diversas. Para hacer real esa paz que emerge del propio cambio, acompáñanos, dialoguemos en torno a la paz que queremos y el cómo materializarla.
#CátedraDePaz: en este espacio el Cider estará el 10 de septiembre de 10:00 a 12:00 del medio día
@PazUniandes: en este espacio el Cider estará el 22 de septiembre de 5:30 a 8:00 p.m.)
[1] Al respecto invito a ver el trabajo de seguimiento del Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame (http://peaceaccords.nd.edu/wp-content/uploads/2020/06/Cuarto-Informe-Final-with-Annex-Link.pdf), y otros elaborados por universidades y ONG sobre distintos aspectos del Acuerdo de Paz. Ver también: https://cider.uniandes.edu.co/es/boletines/boletin-106/Diana-Gomez-participa-Webinar-Colombia-2016-Peace-Accord