Redactada el 25 de marzo de 2020
Casi tan preocupante como la rápida expansión del coronavirus alrededor del mundo, ha sido su impacto en la economía global, que se ha reflejado de manera dramática en los índices bursátiles, pero que afecta a millones de empresas y hogares alrededor del mundo, que se enfrentan a una pérdida súbita de ingresos y empleos. Como afirma Adriana Hurtado, la pandemia pone al descubierto un sinfín de vulnerabilidades—además de la vulnerabilidad al virus, hay también vulnerabilidad al desempleo, al hambre, a la violencia doméstica y al hacinamiento, por mencionar algunas. Los hogares que dependen de la economía informal y “viven del diario” enfrentan una situación especialmente dramática.
Pero la vulnerabilidad no es estática: si la brusca y profunda contracción de la economía que estamos viviendo persiste, incluso aquellos empleos que hoy parecen seguros podrían verse amenazados. La crisis económica causada por el coronavirus es excepcional por su magnitud, escala, rapidez y, sobre todo, porque presenta retos diferentes a crisis anteriores que tenían un alcance sectorial o regional más limitado. El temor a la pandemia y la incertidumbre sobre su duración han afectado la confianza de los consumidores y, aunque las compras por pánico pueden tener un impacto favorable en ciertos sectores de la economía (por ejemplo, grandes superficies), el impacto en la mayoría de sectores (comercio, restaurantes, construcción, educación, para dar algunos ejemplos) es potencialmente devastador.
Los bancos centrales alrededor del mundo han tomado medidas importantes para aumentar la liquidez y mantener la confianza en los bancos; aunque estas medidas no resolverán la crisis económica causada por la pandemia, son importantes para prevenir otra: una crisis de confianza en el sistema financiero. Tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, por poner algunos ejemplos, han prometido usar todos los recursos a su disposición para mantener el valor de sus respectivas monedas y la confianza en el sistema financiero, es decir, para que las empresas puedan obtener créditos y los cajeros automáticos sigan dispensando dinero. En Colombia, el Banco de la República ha anunciado medidas parecidas, que dan liquidez al sistema financiero; es posible que su Junta Directiva anuncie nuevas medidas el 27 de marzo.
Sin embargo, las claves para aminorar el impacto económico y conjurar la crisis que viven los hogares más vulnerables—que podría tornarse en una crisis humanitaria en cuestión de semanas, si no de días—están en las políticas fiscales y sociales. El gobierno del Reino Unido ha sido criticado por su lentitud en imponer medidas de aislamiento social, pero ya anunció un ambicioso paquete de medidas que incluye un esquema para conservar empleos mediante el cual el gobierno pagará hasta el 80 por ciento del salario mensual de cada empleado (privado), con un tope de £2,500 por trabajador—una medida nunca vista que es especialmente sorprendente viniendo de un primer ministro conservador que además es ferviente admirador de Margaret Thatcher. El Congreso de Estados Unidos también aprobó un enorme paquete de estímulos, más grande que los aprobados en la crisis financiera de 2008, que permitirá extender el apoyo financiero a quienes pierdan su empleo y a los sectores económicos y negocios más afectados por la pandemia—excepto a los negocios de la familia Trump. La ley aprobada el 25 de marzo también crea un panel de congresistas para vigilar el uso de los recursos y prevenir los malos manejos o la asignación amañada de los fondos. El gobierno de Alemania anunció también un paquete de €750 mil millones de euros para ayudar a las empresas, evitar adquisiciones hostiles y apoyar a los trabajadores que han perdido sus empleos. Además, para proteger a los arrendatarios, el gobierno alemán ha establecido una medida transitoria que prohíbe su desalojo cuando no puedan pagar la renta. Aunque seguramente también los mueve la solidaridad, sin duda estos gobiernos adoptan estas extraordinarias medidas porque son conscientes del enorme impacto económico de la pandemia.
El Gobierno de Colombia ha anunciado medidas de política social que seguramente ayudarán a millones de hogares, como la mesada extra a los beneficiarios de los programas Familias en Acción y Jóvenes en Acción. También anunció el 24 de marzo un “ingreso solidario” de $160 mil para tres millones de hogares que no están cubiertos por dichos programas; una suma importante pero muy por debajo de la línea de pobreza extrema per cápita, que era de $117,600 en 2018. En el caso de los adultos mayores, no ha anunciado mesadas extra sino el anticipo de las mesadas de abril y mayo. Otras medidas permiten a los usuarios diferir los pagos de servicios públicos. Dependiendo de la evolución de la pandemia, el Gobierno podría tener que extender estos beneficios por más tiempo. Sería injusto decir que hay indolencia, pero son necesarias acciones de mayor escala en el frente social y también en el macroeconómico, donde las medidas contracíclicas anunciadas hasta ahora están lejos de mostrar la audacia que vemos en las carteras de finanzas en otras latitudes. La situación fiscal ha reducido bastante el margen de maniobra del gobierno, pero son precisamente estas situaciones de crisis las que demandan mayor creatividad y arrojo por parte del Ministerio de Hacienda.